Una vez más la encuesta CEP ha revuelto el ambiente político, generando expectación a poco menos de un año de las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. Esta vez ha confirmado lo que no era un misterio para nadie, por una parte, la baja popularidad del Gobierno, que no logra remontar pese al discurso complaciente de la Moneda y, por otra, el sólido liderazgo de Michelle Bachelet.
Respecto del Ejecutivo hay un hecho que revela nítidamente las causas de su baja popularidad, su baja sintonía con el Chile real. Veamos, un 44 por ciento cree que Chile está progresando, en cambio un 46 lo encuentra estancado y un 8 por ciento en decadencia. Un 28 por ciento cree que la situación económica es buena, en tanto un 46 la ve ni buena ni mala.
El Gobierno, en cambio, aprecia algo muy distinto. Comentando la encuesta el Ministro Chadwick ha dicho “las personas empiezan a valorar lo que estamos haciendo.” ¿Dónde vio eso? Sólo le falta resucitar el jingle “hoy vamos bien, mañana mejor…” de la Dictadura, mientras la gente observa un país estancado y una situación neutra.
Lo que pasa es que ellos ven las transformaciones que han hecho o están haciendo, pero que escasamente apuntan a ese Chile real, al ciudadano de la calle, al pequeño campesino o productor, sino que se dirigen directamente a los grandes empresarios, como la ley de pesca, la carretera eléctrica, el subsidio forestal, las rebajas y perdonazos tributarios, las licitaciones de terrenos públicos, o sea grandes obras para los mismos de siempre.
Frente a esto, emerge el liderazgo de Michelle Bachelet. Ahí está, pese a la campaña orquestada en su contra, el cariño y adhesión de los chilenos permanece inalterable. ¿Por qué? Porque representa un Chile distinto, más inclusivo, más tolerante, más justo, un país para todos.
Sin embargo, no se debe caer en la complacencia. La oposición no puede girar a cuenta de Bachelet antes de tiempo. Como se dice en el campo, no hay que tomarse la leche antes de comprar la vaca.
De lo que se trata es de generar las condiciones para que en caso de decidirse a competir y ser candidata, la ex Presidenta Bachelet gane y pueda hacer el gobierno de cambios profundos que todos esperamos. No necesitamos ni queremos un nuevo Gobierno como los de antes, sino algo muy distinto.
Para eso se requieren dos cosas indispensables. Por una parte, construir un programa de gobierno serio y concreto, con propuestas claras y precisas, que puedan realizarse en un período corto de tiempo, orientados a introducir profundos cambios a un sistema económico y social lleno de abusos e injusticia.
El propósito urgente es una educación gratuita y de calidad, mejorar la salud, una reforma tributaria de verdad, cambiar el injusto régimen previsional y modificar el Código del Trabajo, junto con un cambio en la Constitución que elimine el binominal y de este modo avanzar hacia una institucionalidad más democrática y participativa.
Por otro lado, es fundamental elegir a un parlamento que respalde este programa y sea impulsor de estos cambios. Debemos construir una mayoría amplia y sólida.Este es el gran desafío de la Oposición.