Durante muchos años, los Estados Unidos y la Unión Soviética aprendieron a convivir en el escenario mundial gracias a una política conocida durante la Guerra Fría como la “Détente”(1969 – 1975), palabra francesa que se puede traducir como “distensión”.
Esto permitió iniciar conversaciones entre ambas potencias para aminorar el peligro nuclear, entre otros beneficios. Se trató de una política realista y pragmática en que cada uno de los súper poderes sabía muy bien lo que se estaba jugando, ni más ni menos, la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. La lección es clara, siendo muy diferentes y hasta opuestos, siempre hay un espacio para trabajar juntos por intereses comunes.
En el seno de la oposición chilena actual ha resurgido el tono ríspido entre dos partidos que tienen principios y tradiciones muy distintas entre sí. No obstante, la historia presente los ha puesto del mismo lado, compartiendo intereses políticos comunes.
Para las fuerzas opositoras, la meta no podría ser otra que desplazar la hegemonía de derechas en el ejecutivo y debilitar su presencia parlamentaria.Para ello es indispensable conformar un “frente amplio democrático”que incluya todo el espectro de partidos que anhelan transformaciones sociales y políticas en el país.
La participación colaborativa en un determinado conglomerado de apoyo a un eventual gobierno se basa en dos principios básicos. Respetar la identidad, las tradiciones y los principios de cada uno de los partidos o movimientos que se hagan parte en la tarea. Respetar los acuerdos y el programa de gobierno convenido entre todos los actores políticos participantes.
Ello se debe traducir en una acción mancomunada que sume una mayoría de chilenos capaz de cambiar la sociedad chilena en algunos de sus aspectos. Toda otra consideración subalterna resulta extemporánea, fuera de lugar y ciega.
En la hora presente, los partidos opositores se juegan una oportunidad histórica de reconstruir un proyecto democrático para Chile.
Si en nuestra política doméstica se insiste, obstinadamente, en volver a los criterios de la Guerra Fría, el único concepto que habría que rescatar es aquel de la “détente”: trabajar juntos siendo distintos por un bien superior, una democracia más justa y equitativa para todos los chilenos.
Con ello, toda nuestra clase política daría muestras de que, por lo menos, algo ha aprendido después tantos años de dolor, desconfianzas, mezquindades y torpezas.