Las cifras económicas, el funcionamiento de las instituciones, la seguridad social y la gobernabilidad ubican a Chile cerca del desarrollo. Pero un gran obstáculo dificulta el acceso a ese nivel: su alta desconfianza en los demás. Lo que Francis Fukuyama llama capital social.
Este año estuvo marcado por significativos hechos que de una manera simbólica dejaron al descubierto la profunda desconfianza que nos caracteriza como sociedad. Tal vez la más significativa es la desconfianza de la ciudadanía con sus representantes, reflejada con la baja participación en las elecciones municipales de octubre; de los 13.404.084 de potenciales votantes, solo asistió poco menos del 40% a votar, un silencio que se transformó en un potente mensaje de malestar para la clase política.
Pero no sólo la abstención, como mecanismo de protesta-de la cual por lo demás ya se ha escrito bastante- es un ejemplo de aquellos hechos que reflejan cómo somos.
Se desconfía de la autoridad, se desconfía de las instituciones, se desconfía de los jardines infantiles, de las Universidades, del sistema de salud, incluso de las buenas intenciones y hasta de la viabilidad de los proyectos propios. En ese escenario la sociedad sólo tiene dos opciones, encapsularse en el espacio íntimo de la familia sin involucrarse con lo que sucede en el entorno o tomar acciones que como sociedad nos permite volver a creer.
Y ahí es donde está el principal desafío de quienes aspiramos a entregar nuevas propuestas para el próximo gobierno.
Para que la sociedad vuelva a creer se deben ofrecer proyectos concretos, tangibles, realizables, en sintonía con la ciudadanía, alejada de las frases hechas y los estereotipos.
En una palabra reencantar, entregar una visión del Chile que queremos con respeto y vínculo afectivo con los ciudadanos.
Se requiere una sociedad que vuelva a creer-pero no como utopía sino que en la construcción de una sociedad más justa- que la educación pueda ser de calidad, que las empresas no sólo abusen de sus clientes, que los pedófilos, violadores y delincuentes no sean parte de la puerta giratoria.
Una sociedad que no tenga que levantarse para exigir derechos porque estos están garantizados como el derecho a vivir en un medio ambiente limpio, el derecho a una salud digna y oportuna, el derecho a una educación de calidad, el derecho a la justicia , el derecho a ser respetado por pensar o actuar diferente.
El 2013 será un año electoral donde volverán las frases del marketing y el excesivo Photoshop.
Esto no servirá de nada sin un programa e ideas de futuro que nazcan desde la ciudadanía. Hoy estamos frente a una sociedad consciente, que demanda contenidos, que quiere que los seduzcan con ideas y no con frases hechas, si la clase política no toma conciencia, volverá la desconfianza y la crisis de representatividad será el único ganador junto al malestar ciudadano.