Los voceros derechistas dedican muchas horas y líneas para tratar de demostrar que la Democracia Cristiana no puede unirse al Partido Comunista. Como dijo Ximena Rincón, hay más espacio para este tema que para tratar los asuntos relevantes como los casos de Freirina, San Fernando, la desigualdad. ¿Por qué?
Pues porque temen al entendimiento de las fuerzas que buscan modificaciones profundas en la forma de vida de la sociedad y se asustan ante la eventual derrota electoral que ello puede significar. Y por cierto, hay dirigentes de la DC que, como es sabido, tienen un acendrado anticomunismo al mismo tiempo que una extrema aceptación de los predicamentos de la derecha.
El discurso anticomunista es poderoso, pues las atrocidades cometidas por los gobiernos en los países en que los comunistas han ejercido el poder sin contrapeso son enormes y afectan profundamente los derechos humanos. Cuando se ejerce el poder total y hay una sola mirada para entender y resolver los problemas, las cosas son así.
La Alemania gobernada por el nazismo fue un ejemplo claro. A la larga, todas las dictaduras se parecen y probablemente entre Arabia Saudita y Siria no haya demasiadas diferencias en cuanto a la represión, salvo que en la primera se invoca a una monarquía absoluta y un factor religioso y en la otra sólo argumentos políticos frente a los cuales es más fácil rebelarse.
Pero, el Partido Comunista chileno fue, hasta mediados de los años 80 un partido que podía exhibir una limpia hoja democrática en cuanto a la política interna. Fue en esos años en que definió su política de “todas las formas de lucha” para justificar la creación y operación de su “aparato militar”.
A poco andar, como se sabe, lo que era su “brazo armado” se independizó de la dirección comunista y han terminado en posiciones muy antagónicas. Porque, a la larga, más allá de las posiciones puntuales de aquel período, el Partido Comunista de Chile ha mantenido una fuerte adhesión a la democracia como sistema, llegando incluso a someterse a un modelo institucional tan injusto como el que rige hoy en Chile.
Alguien podría decir que ese “desliz” por la violencia bastaría para calificarlo de antidemocrático y eso sería una justificación para alejarlos de una posibilidad de alianzas, acuerdos o formas de convivencia democrática. De ser así, habría que aplicar los mismos criterios a los sectores de derecha que no han trepidado en el uso de la violencia política como táctica y estrategia, invocando sus valores, sus estilos, sus opiniones y sus intereses.
La adhesión al golpe militar, en forma y fondo y la construcción de un régimen que, luego de 17 años de gobierno no elegido, pretende prolongarse en sus manifestaciones sociales, políticas y económicas, son prueba suficiente de ello.También, como lo recuerda Sergio Melnick, hubo demócrata cristianos que apoyaron el golpe militar, varios de los cuales – Orrego, Videla, Villarzú, por mencionar algunos – a los pocos meses se marginaron cuando constataron las violaciones de los derechos humanos, aunque otros – Bardón, Saavedra, Blanca Retamal, Juan de Dios Carmona – prefirieron adherir de modo más permanente.
Muchos mantuvieron silencio, mientras otros iniciamos una lucha tenaz por la defensa de los derechos humanos y por poner freno a la dictadura derechista – militar que se instaló y terminar con ella.Entonces, nadie puede tirar piedras, ni primeras ni segundas. Pero no se peca para siempre.
La alianza con el PC como con cualquier otro partido, debe hacerse siempre en términos programáticos.Nos ponemos de acuerdo en un programa y nos mantendremos unidos mientras respetemos ese programa o ello se mantenga en vigencia.
No se trata de fusionarse con otro partido, sino de pactar acuerdos reconociendo las diferencias. ¿Compartir gobierno? Sin duda. Porque ese entendimiento tiene validez y eficacia de obligar al respeto irrestricto de los programas pactados. El meollo del acuerdo debe estar en un mínimo común programático orientado a la modificación del orden institucional social, económico y político hasta el punto en que sea posible lograr coincidencias.
Quisiéramos que el Partido Comunista no apoyara a las dictaduras. Pero por ahora nos debe bastar con que en Chile esté por el respeto a los derechos humanos y a la convivencia democrática. Si hiciera siempre lo que nosotros queremos, el PC dejaría de ser. Y, nos guste o no, tiene una pequeña pero significativa porción de los chilenos entre sus adherentes.
También hay derechistas en esa misma disposición de pacto, basta con ver la candidatura de Velasco. De lo que se trata es de buscar un acuerdo amplio, que permita ir más allá de los partidos – con los partidos – para dar gobernabilidad y eficacia la política chilena, construyendo una democracia que de espacio a todos, minorías y minorías.
La gracia es ser capaz de pactar sin perder identidad.