En medio de los resultados de las elecciones municipales y las consecuencias que de ellas se deducen, el pasado fin de semana se produjeron dos hechos que bien merece la pena destacar.
El primero de ellos es la realización de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana. Más allá de su debate, de sus conclusiones y de lo que ha de suceder con sus acuerdos me refiero sólo al significado que tiene en la vida interna de nuestro Partido y en la política en general.
En términos generales fue una buena Junta, con un debate abierto, con una participación de más de 300 militantes y con acuerdos cuyas consecuencias pueden tener efectos inmediatos y más lejanos. Estos acuerdos básicamente fueron los siguientes:
• Se ratifica nuestra pertenencia irreductible a la Concertación y en la oposición al Gobierno.
• Se ratifica nuestra voluntad de buscar una sola lista para las campañas parlamentarias.
• Se ratifica nuestra voluntad de abrir primarias internas para las candidaturas presidenciables que sería posteriormente partícipe de las Primarias de la Concertación y eventualmente con la Sra. Michelle Bachelet.
• Se han fijado fechas para cada uno de estos actos.
• Se ha prorrogado el mando de la actual mesa hasta marzo a fin de darle continuidad a los procesos en marcha y abriendo desde ya la elección interna de la mesa directiva y del consejo.
• Pero por sobre todo ha quedado resuelta la pronta presentación de nuestro programa para conformar la plataforma opositora.
En un momento en que los partidos políticos en general aparecen depreciados y despreciados, la Junta del viernes 17 de la Democracia Cristiana fue un buen ejemplo de cómo deben ser los debates en los partidos. Bien saben los lectores de estas columnas que no siempre comparto los juicios del Consejo Nacional pero ello no obsta para valorar lo que hacemos como Partido, la representatividad de la Democracia Cristiana y el espíritu abierto para cotejar opiniones.
El otro evento se realizó ayer 19 de noviembre en el Cementerio general de Santiago, recogiendo para José Tohá González el descanso eterno después de ordenar el fallo del Servicio Médico que ratifica su asesinato.
Con José Tohá fuimos adversarios políticos y recuerdo nuestras conversaciones cuando asumió como Presidente Salvador Allende y lo nombró ministro del Interior y yo mantenía la Secretaría Nacional del Partido Demócrata Cristiano.
Fueron intercambios de opiniones francas, abiertas, sinceras, respetuosas y sobretodo basadas en la buena fe de una amistad nacida en la elección senatorial de Concepción del año 1969. De ahí nació esta amistad con él y con su familia y por ello me conmovió tanto la vuelta a su seno familiar en el Cementerio General.
José Tohá era un hombre convencido de la necesidad democrática para Chile. Creía en la posibilidad de un socialismo democrático para nuestro país una vez que llegó Salvador Allende al Gobierno. Doy fe del esfuerzo grande que hizo para que nunca llegásemos a lo que finalmente sucedió porque en la mesa de Narciso Irureta fuimos recreando opciones que desgraciadamente fracasaron.
A la distancia de los años nunca perdimos la esperanza en la mesa que dirigíamos en la Democracia Cristiana y él en el Gobierno para que hubiera acuerdo, la paz rigiera y no se produjera un golpe militar en Chile.
Su familia lo recuerda. Sus compañeros de Partido también. La política ha permitido, con esta misma fecha, conocer el triunfo de su hija.
Más allá de lo sucedido que sólo lo juzgará la historia, me inclino reverente a la memoria de un hombre digno, que venció la tortura con la paz interior.
Así fue nuestro viejo Chile porque el nuevo que empezamos a construir hace 20 años no deberá tener jamás la necesidad de recordar a los muertos en la forma que sucedió con José.