El balance favorable que han realizado las fuerzas de oposición al gobierno, en torno a los resultados de los comicios municipales han coincidido en resaltar el factor de la unidad como una de las claves de tan valorado desenlace.
Que bueno que así sea, que se aprecie el alto valor político de la unidad opositora.
Por lo mismo, hay que ir más allá de las apariencias en tan importante cuestión. Seamos francos. Hubo unidad a medias, en la presentación de candidaturas a las alcaldías.En todo caso, con la excepción de opciones marginales, no por ello menos perjudiciales como el caso de Ñuñoa, en que hubo quienes se dieron el gusto de restar exactamente los votos necesarios para ganar.
Pero, pasando por encima de la unidad para las alcaldías, en las propuestas para los Consejos en los municipios hubo, a lo menos, dos listas opositoras, de manera que no cristalizó, no se solidificó en una única y potente opción el enorme potencial que se había configurado en la sociedad chilena hacia la oposición al gobierno de la derecha.
Es decir, hubo unidad pero también separación. Comprendo que “no se podía más”, de modo que ahora cuando se revalora la dimensión política del factor unidad para la oposición, hay que saber establecer la situación exactamente como fue.
Concurrimos a la justa electoral con posibilidades mermadas por nuestros déficits unitarios, en especial, ante la insistencia de un enfoque cuyo centro de gravedad era constituirse en el “sepulturero” de la Concertación, pensando más allá de su superación en una nueva mayoría social y política, en el desconocimiento de la tarea democratizadora realizada durante más de veinte años, desde antes incluso de la derrota política del régimen dictatorial.
La unidad nunca parte de cero. Las posturas refundacionales que surgen cuando hay dificultades incurren, habitualmente, en el mismo error, en la creencia que los procesos comienzan con los recién llegados. No es así. El patrimonio histórico se hace presente de una u otra manera, en la memoria de los movimientos sociales, en las redes organizativas, incluso en el apellido de las personas que, a veces, dice más que muchos discursos. Intentar hacer tabla rasa de la experiencia y la trayectoria de las luchas sociales es un gravísimo error.
Para configurar una alternativa sólida la unidad debe ser más que retórica. Ahora se inicia el debate de la futura lista parlamentaria del bloque opositor y las primeras manifestaciones que se escuchan indican que está presente la formulación de demandas desmedidas, lo que hace prever, sin gran esfuerzo imaginativo, que si se cae en el uso del “tejo pasado”, o sea, peticiones maximalistas, hay razones para temer un triste espectáculo de pugnas “por los cupos”, en un ejercicio que amplificado mediáticamente por la derecha provoca una de las imágenes que más aleja a la gente de la política.
Ante ello, se trata de no echar por la borda la generosidad que ha tenido el pueblo chileno de apoyarnos una vez más. No hagamos del forcejeo por los “cupos” un espectáculo deplorable.
En el ámbito de las futuras presidenciales también hay síntomas inquietantes, se observan personas que no tienen otra dedicación o propósito que no sea horadar el liderazgo de la ex Presidenta Bachelet, lo que nos lleva al mismo tema latente en el dilema anterior, para una alternativa de gobierno creíble y sólido no basta decir que se respetarán los previsibles resultados de las primarias. Eso es obvio.
Lo que se requiere es actuar con los niveles mínimos de lealtad necesarios para configurar un proyecto político conjunto. Cuando se está en una posición de debilidad no se puede pretender actuar sin los límites exigibles a todo quien diga que forma parte del mismo objetivo. La competencia no puede ser para la destrucción o el canibalismo político.
Por eso, aplaudo que se invoque la unidad sin la cual no es posible conformar una mayoría nacional que realice reformas que cumplan dos requisitos difíciles de articular: que sean profundas y que sean viables. Esa es la clave.
Si se promete lo que no se va a cumplir es pura demagogia, si se plantean cambios solo superficiales no habrá respaldo social para dinamizar el país y la gestión política del próximo periodo.
Entonces, la unidad y su enorme valor político debiese ser un insumo poderoso para hacer política en serio, para darle a Chile el proyecto de cambios que está ahora en el centro de la agenda nacional.