13 nov 2012

Porqué la desigualdad sigue esperando

Los resultados de distribución del ingreso en Chile este año mostraron una leve mejoría en los indicadores, pero si uno los compara con los de las últimas décadas, esta mejoría no ha sido importante sino más bien se puede decir que la desigualdad se ha mostrado estable dentro de un pequeño margen desde que hay medición de ella. Y, la verdad, modesta opinión, no creo que sufra mayor cambio en los próximos años. Ojalá me equivoque.Tendrían que pasar más cosas.

¿La razón? Es que Chile es “desigualmente desigual”, y esto marca todo. La desigualdad no se distribuye igualmente en la población sino que es un grupo en particular, el 10%más rico (cuyo ingreso familiar promedio supera los $3.000.000), el que se “dispara” del resto de la población.Este grupo más que duplica en promedio de ingreso al siguiente decil y concentra casi el 40% del ingreso del país, mientras, el siguiente decil sólo concentra el 15%.

Cuando los indicadores de desigualdad varían, lo hacen fundamentalmente por el comportamiento de ese grupo. Y a la vez, ese ingreso promedio del 10% más rico depende en gran medida del comportamiento del 1% más rico, y si nos apuran, de los ingresos medidos de las familias multimillonarias de Chile.

Y digo “medidos” porque en estas encuestas, ¿son medidos acasos los ingresos de estas personas? Tenemos tres rankeados dentro de los 100 mayores del mundo y entre ellos representan por sí solo el 15% del PIB chileno.

Dicho de otro modo, hay un 90% de la población que vive en rangos de desigualdad relativamente normales entre ellos, y se condice con una alta movilidad social.Mientras, hay un 10% más rico que, salvo excepciones, no se ha movido de esa situación por generaciones, y que se escapa del resto en cuanto a ingresos. Es otro mundo. Más aún el 1%… y para qué decir los multimillonarios.

Por tanto, si la desigualdad se comporta de esta forma, no es lo mismo “luchar contra la desigualdad”que “focalizar recursos en los más pobres”. “Derrotar” la desigualdad no va a pasar por distribuir recursos desde las clases medias a los grupos más vulnerables.

Hablar de desigualdad, más bien, sería hablar de ese minúsculo grupo y el resto. De cómo se generan sus ingresos a diferencia de la gran mayoría.

Es hablar también de la historia de Chile desde la Colonia, del modo en que esta se realizó, y como las diferencias se perpetúan de generación en generación.

Habrá algunos con talentos extraordinarios que salen de lo normal, incluso dentro de los millonarios. Pero, ¿por qué cuesta tanto que incluso aquellos que están teniendo los mismos estudios universitarios y en las mismas universidades, puedan saltar a niveles de ingreso equiparables?

Aquí entran en juego poder, redes, clanes y lenguajes de clase (a veces llamados “habilidades sociales”); colegios, barrios y movimientos religiosos que reproducen las diferencias.

Y hablar de todo esto cuesta, por eso no es un desafío del país.

Cuesta porque hay temor al conflicto de clase, a la desconfianza y al resentimiento social, por un lado, y por el otro, a que dejemos de crecer como lo hacemos.

También cuesta porque nos han enseñado que para modernizarnos y superar la pobreza “no hay que nivelar para abajo”… Pero sobre todo cuesta porque, he aquí la paradoja, la gran mayoría de los que tenemos la posibilidad de intervenir en el debate público con cierta publicidad, venimos de ese 10%, estamos cerca afectivamente, o aspiramos a el.

Por tanto, es hablar de nosotros, de nuestras aspiraciones y nuestros privilegios.La desigualdad se vuelve de hecho en buena parte de los chilenos, una aspiración… distinguirse del resto. Apenas pueda me cambio a una población mejor. Apenas pueda saco al niño de la escuela y lo pongo en colegio de nombre inglés. Apenas pueda me distingo socialmente.

Cualquier acción pro igualdad si no toma en cuenta todo esto, siempre será una acción distributiva más, necesaria, pero paliativa.

Si queremos cambiar debemos revisar nuestro régimen impositivo para que de verdad los más ricos aporten lo que deben aportar por justicia al país.

También tenemos que examinar nuestra organización de mercado para reducir la altísima concentración económica con utilidades extraordinarias que se da en muchas industrias (si van a ver oligopolios, que se pague por ello al Estado, por ej. pesca).

Si queremos ser más igualitarios, como se nos ha hecho claro, debemos cambiar nuestro sistema educativo y promover un régimen más integrado.

Lo mismo pasa a nivel urbanístico y la generación de guetos de ricos y pobres. Pero aún más, no podremos cambiar esta realidad si no hacemos un giro cultural. Y esto es válido para todos, no sólo para los más ricos.

Un giro que pasa porque nuestra aspiración de defender o acrecentar nuestros privilegios, de espacio a un deseo sincero y activo de vivir con mayor justicia y comunión. ¿Podremos?

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  • http://www.facebook.com/ruben.o.ahumada Rubén Orellana Ahumada

    Eso es cierto, la lucha contra la pobreza y contra la desigualdad van necesariamente por carriles distintos. Si quieres luchar contra la desigualdad debes promover políticas pro-clase media, privilegiar a micro y pequeños empresarios y limitar el númerode vacantes para profesiones universitarias…pero con eso necesariamente vas a desatender a los primeros quintiles. Ningún gobierno, ni de derecha ni de izquierda de las últimas cuatro décadas ha entendido eso, por ejemplo Lagos decía que con la educación se lograría que un niño de población pudiera ser Bill Gates, pero aunque estudies y te vaya bien ahí existen mecanismos informales que traban ese ascenso social: ésa es la frustración de la clase media que ha salido a las calles los últimos dos años.

  • Fbarrientos

    Ya no está medio agotado el diagnóstico? Qué se hace? En qué ayudan los Jesuitas? Si ellos mismos segregan, por ejemplo: sus colegios

  • Manuel Tomás Torres Sahli

    Estoy de acuerdo con el argumento, y también comparto el aura de tristeza o de cierta esperanza de largo aliento que dejas entrever en las primeras líneas.

    Ahora, procurando contribuir a la discusión, desde la pregunta de “¿podremos?”, me animo a elaborar una apuesta: podremos. ¿Cómo? Cultivando nuevos hábitos afectivos; aprendiendo y enseñando nuevos caminos de aspiración.

    Lo que digo no parece realmente nuevo frente a la columna; es más bien un zoom a contraluz, tratando de hacer ver cómo esta no es solo un diagnóstico más, sino ya una propuesta sutil de ciertos caminos para la transformación de la trágica situación actual.

    Para entender la idea que trato de resaltar, o de elaborar a partir de la columna, es necesario pensar en un punto: toda nuestra vida psíquica (emociones, memoria, pensamiento, etc) es educada y educable. Aprendemos a sentir y desear ciertas cosas y de cierta manera; aprendemos a recordar de ciertos modos particulares, y ciertas experiencias, imágenes o discursos; aprendemos a imaginar, calcular, y deliberar de formas culturalmente diversas y modificadas.

    La idea puede parecer rara puesto que nuestro sistema educacional suele omitir sistemáticamente estas dimensiones del aprendizaje humano. Y estamos acostumbrados a pensar que la educación es fundamentalmente la de nuestro sistema formal de educación; que además está tristemente segregado y homogeneizado.

    Un camino posible de cambio sería recultivar nuestros afectos y aspiraciones en torno a concepciones de sociedad que no sean competitivos, sino colaborativos. Modos de sociedad en que no busquemos conseguirnos una posición favorable, o conseguirla para otros; ni que aspiremos a derrocar a otros para dominar nosotros; sino volver a desear órdenes que para todos sean más liberadores, más compartidos, más celebrables, más sostenibles.

    Tenemos una estructura social consistente, donde aprendemos a ser mandados o mandar; mientras competimos. Necesitamos aprender a resistir mandatos, y a construir colaborativamente nuestras imágenes de lo deseable para llevarlo a cabo.

    Claro, lo triste para mí está en que esos giros educacionales se ven lejos de venir; pero la esperanza lejana aparece cuando pensamos en comenzar a construirlos desde ya del modo más consistente posible.

    • http://www.facebook.com/pablo.sj.9 Pablo Romero Buccicardi Sj

      Me gusta esto de los “nuevos caminos de aspiración”. El tema no es dejar de aspirar a mejores cosas… Sino qué… Está bueno Manuel

  • http://patoace.wordpress.com Peregion

    Don Pablo habla de un giro cultural necesario, y tiene toda la razón, pero ¿cuál cultura? La respuesta estándar es “no importa, todas son iguales”, pero si eso es cierto entonces nadie tiene derecho a imponer luna cultura más que las otras, y luego nadie hace el cambio.

    Si es el cambio a una sociedad más cristiana lo que queremos, al menos deberíamos poder manifestarlo, de otro modo siempre nos quedaremos en “alguien debería hacer algo”