La impresionante abstención en la elección municipal confirmó sólo una cuestión: los políticos y los partidos hoy no gozan del apoyo de la ciudadanía. No logran cumplir un rol básico de la política: convocar.
Ahora bien, ¿qué hay de fondo en esta desafección?¿Son “estos” políticos los que no convocan, o “la” política, en general? ¿O quizás lo que hubo fue puro pragmatismo? Estas son las tres grandes explicaciones que he escuchado y las tres son plausibles y no excluyentes.¿Cuál prima?
1. “Lo que quiero no está siendo representado”.Eloísa habría interpretado a muchos indignados. Votar es legitimar una clase política que no se hace cargo de las demandas del pueblo. “El modelo ya se acabó”, como dice Mayol, y ya no sirve votar por el “mal menor”. El “voto práctico” ya no cuenta: “Yo no presto el voto”.
Se necesita una alternativa al duopolio vigente que responda al cambio de paradigma.Lo que hay es una feroz crisis de representación. La democracia no está en crisis, es “esta” democracia la que está en crisis. No hay apatía por la política, hay descontento con “esta” política. Son “estos” partidos los que están en crisis.
Es “esta” democracia la que está coludida con el dinero y a los grandes intereses.Ellos financian sus campañas. ¿Verdad? Sí, todo esto verdad, suena bien. Realmente la crisis existe y la desconfianza es alta. Pero ¿cómo explicar entonces la abstención en el votante de derecha? O será, cómo dijo Müller, que tampoco “las ideas del sector han sido representadas”. Suena raro, pero puede ser. O más bien, lo que yo quiero por más que sea dicho por uno u otro candidato, no creo que sea encarnado por ellos. No se trata sólo de ideas, sino de personas. ¡La oferta es mala!… ¿Qué venga la nueva horneada?
2. “No me interesa la política”. No es que mis ideas políticas no estén representadas. Es que simplemente no me interesa la política. Yo vivo con los míos, y que no me molesten. De hecho, “los muy frescos me obligan a ser vocal”, como dijo uno por ahí.
“El niahísmo”, del Chino Ríos, sigue vigente no sólo en esa generación que hoy está entre los 30 y los 40 años de clase media y alta, también tiene presencia en una más justificada apatía y desesperanza que es la de los jóvenes de más alta vulnerabilidad y en las familias más excluidas.Esto es lo que explicaría la abstención transversal. Los políticos no los cautivan, pero en el fondo es la democracia misma la que no los cautiva.
Algunos más matizados dirán “votar en esta elección no importa”. Los candidatos son parecidos, o igualmente malos, o la elección de concejales no es importante.Pero otro dirá “votar no importa”, las cosas no van a cambiar para bien por el lado de la política.Derecha o izquierda, dan lo mismo. Yo igual trabajo (o no trabajo) el lunes. Aquí no se juega nada. ¿Sería una buena o una mala noticia que primara esto? Pésima, sea por desesperanza aprendida, sea por simple individualismo burgués.
3. “Mi voto no importa”. Me interesa quien gane, y si tuviese que votar, votaría por este o este otro. De hecho celebré en la noche que no ganara este y que ganara este otro.Pero la verdad es que ahora como no era obligatorio votar, preferí hacer otra cosa.
No hay nada importante que se esté jugando tampoco. Y, aunque las elecciones importan, mi voto particular, dentro de 70.000 votos, no va a cambiar nada. Ninguna elección se decidió por un voto. El domingo era un día bonito para salir a pasear.Tenía pensado votar, pero se me hizo tarde. Para la otra voy. La de presidente si que es más importante. Por último, me aprovecho que no sea obligatorio.
Algunos que no votaron por que “su voto no importaba”, tenían otras cosas que hacer pero el domingo igual vieron las noticias. Antes, los que ya estaban inscritos, tenían que partir no más, si no, estaba el riesgo que te fueran a buscar. Hoy da lo mismo.No pasa nada.Y, por una rayita más, por una rayita menos, ¿qué importa?Bien, gran triunfo del voto voluntario. Ahora bien, quizás sí quería votar, pero ¿gastar más de $1.000 en transporte para eso?Mi voto importa, pero nunca tanto.No tengo las lucas.
¿Qué primó? ¿La indignación? ¿La apatía? ¿El pragmatismo? ¿Quizás otra cosa?
La respuesta a esta pregunta es urgente antes que nos pongamos a teorizar sobre cualquier cambio político. Bienvenidos los estudios y las encuestas (mientras no sean de El Mercurio y La Tercera). Necesitamos saberlo para actuar. Lo que sí está claro, es que, sea lo que sea, no es bueno que esto vuelva a ocurrir.