Los que compran votos envilecen la política, desprecian a los electores y corrompen la democracia.
Desde el retorno de los gobiernos civiles en 1990, la derecha comenzó a introducir las categorías de mercado en la lucha electoral. El propósito obvio es que por sobre las ideas se imponga el dinero.
Fue generando esta situación paso a paso, tratando que no se notara mucho, seguramente replegada por las denuncias que estremecían el país como consecuencia de las violaciones a los Derechos Humanos, establecidas a través del Informe Rettig, de la Comisión Valech y de tantos testimonios y denuncias sobre la materia. Ocurriera como fuere, el resultado ha sido la irrupción de enormes cantidades de dinero en las campañas, sin que su origen sea transparente ni mucho menos.
La legislación que con un buen propósito se concretó durante el gobierno del Presidente Lagos fue superada en los hechos, dicen algunos que “hecha la ley, hecha la trampa”.
La evolución de este fenómeno ha ido demasiado lejos, ha llegado a romper barreras morales en la propia base social y ha debilitado la trascendencia y valor del voto en muchos hogares.
Lo he visto y sentido en los “puerta a puerta”, derechamente hay personas que piden plata por el voto. Es muy negativo para la democracia chilena que se hayan extendido malas prácticas que distorsionan y desvirtúan el principio básico de la estabilidad institucional, desde una concepción democrática, cual es el ejercicio de la soberanía popular. Ella reposa en la voluntad ciudadana, libre e informada, que se expresa a través del sufragio universal, en que cada cual ejerce su voto.
Hay casos de un desparpajo vergonzoso, como el de un alcalde que regala, mano a mano, el símbolo actual del soborno masivo, el billete de luca, así como el de una postulante que hace lo suyo con patitas de chancho y quienes usan cajas de víveres, en suma, un espectáculo indigno.
La compra de votos requiere de actores inescrupulosos. Se trata de individuos que no respetan a los demás y tampoco se respetan a sí mismos.Son adversarios de la democracia. Desprecian la decisión informada y objetiva de ciudadanos y ciudadanas, se mueven con el exclusivo propósito de imponer sus designios como sea, aunque se desvirtúa el proceso de toma de decisiones; total, no les interesa la estabilidad del país y la fortaleza de las instituciones republicanas.
Debemos repudiar a los que compran votos.
Debemos denunciar las prácticas de distinto tipo de corruptelas de quienes han pasado a concebir la acción política como un mero mecanismo de beneficio personal.
Debemos reinstalar el valor superior que la dignidad de las personas no tiene precio.