En las próximas elecciones municipales se aplicará por primera vez el voto voluntario. Ello se llevará a cabo utilizando un nuevo padrón electoral, producto de la vigencia ahora de la inscripción automática.
Dichos cambios legales contaron con el apoyo activo no sólo del Ejecutivo, primero dirigido por la Concertación y luego por la Derecha, sino también de la mayoría de los parlamentarios de gobierno y oposición.
Esta reforma parece muy coherente con una de las visiones contemporáneas que han contribuido a la vigencia de la democracia pluralista.Dicha visión es la liberal individualista y su concepción del voto sólo como un derecho, queda ahora plenamente establecida en la legislación electoral chilena.
En cambio, extrañamente, los componentes republicanos de la democracia -ya bastante debilitados en el sistema político chileno- que se supone expresan los partidos de la Concertación, solo fueron defendidos por una minoría de sus parlamentarios durante los debates y votaciones.
Así, el voto es ahora en Chile solo un derecho. Ya no se le considera también un deber propio de los derechos políticos o una función pública que permite conformar la polis y constituir su gobierno. Esto, pese a que durante el largo debate sobre la reforma al sistema de voto una cantidad importante de cientistas políticos y de profesores de derecho constitucional se pronunciaron públicamente en contra, señalando los riesgos asociados al voto voluntario. ¿Cuáles son éstos?
Primer riesgo: El voto voluntario promueve la profundización de la asimetría en la participación electoral y política a favor de las personas más ricas, educadas y organizadas de la sociedad y viceversa, facilita la abstención de los más pobres, menos educados y más atomizados.
En rigor el denominado sesgo o desviación clasista del voto voluntario es incluso más amplio. No solo favorece la participación de las personas con mayor nivel de renta, educación u organización sino también de quienes son trabajadores intelectuales y no manuales, controlan su propio tiempo, habitan en la ciudad y no en el campo, de los hombres por sobre las mujeres y de quienes no forman parte de sectores sociales, étnicos, lingüísticos o religiosos minoritarios.
Es decir la discriminación o el sesgo es contra todos los débiles y no solo en perjuicio de la participación de los socioeconómicamente tales.
Segundo riesgo: El voto voluntario es un retroceso en el objetivo de impedir que el dinero controle la política. Cabe destacar que pese a las enormes desigualdades que presenta la sociedad chilena, el tratamiento jurídico a la relación entre dinero y política no es de las peores en las democracias contemporáneas.
Las razones de ello son variadas. Algunas, incluso, provienen del diseño político original que realizó la dictadura. Verbigracia: a) la prohibición de publicidad pagada en la TV, que eleva los costos de las campañas a cifras obscenas. b) El acceso gratuito de los candidatos a elecciones presidenciales y parlamentarias a la TV abierta el último mes de campaña.
Ahora bien, el establecimiento del voto voluntario, va en la línea contraria a todo lo anterior, pues ayuda a construir un escenario electoral propicio a quién tenga mayor capacidad de recaudar dinero para las campañas.
Desde este ángulo, un primer impacto significativo se puede producir al momento de asegurar la concurrencia a las urnas de votantes o clientelas electorales, proveyéndolos de transporte gratuito a los locales de votación. Es el denominado “acarreo”.
Más grave aún, durante décadas en Chile se buscó impedir, o a lo menos dificultar el cohecho electoral. Pues bien, el voto voluntario facilitará el cohecho electoral. Y lo hará porque la tendencia a incentivar con dinero o dádivas a electores “renuentes” se hará más fuerte debido a que la sola concurrencia a las urnas de dichos “renuentes” hace muy verosímil que ella se realiza para cumplir el “trato” con los operadores y secuaces de los candidatos que les compran el voto.
Tercer riesgo: El voto voluntario puede profundizar el deterioro de la legitimidad de la democracia representativa. La combinación de desigualdades sociales, crecientemente percibidas como intolerables por grupos medios que se han expandido -pero de condición aún vulnerable por lo precario de su integración social- y un sistema político bloqueado por dispositivos institucionales contra mayoritarios, entre otros factores, han provocado en el país una doble crisis: de representación y de distribución.
El voto voluntario probablemente agravará dicha situación, deteriorando aún más la legitimidad de una democracia condenada, vía el empate institucional, a la parálisis decisoria en materia de políticas públicas distributivas y redistributivas.
Lo agravará porque la inscripción automática amplía en forma significativa los electores potenciales, pero si millones de ellos no concurren a las urnas, pudiendo hacerlo, las “autoridades” de distintos niveles del sistema político que surjan de los procesos electorales, serán plausiblemente acusadas de poco representativas y cupulares. Los extremistas de ambos lados del espectro presentarán la abstención como una muestra más del rechazo creciente de quienes buscan “que se vayan todos”.
De concretarse los riesgos anteriores en la próxima elección municipal, empeoraremos en vez de mejorar la calidad de la democracia chilena, alejándonos en vez de acercarnos a los ideales de autogobierno e igualdad inspiradores de la república democrática.
Como es obvio, quien escribe este informe quisiera que estos riesgos no se concretaran el próximo domingo 28 de octubre. Pero si ellos se materializan, nos parece urgente pedir desde ya no sólo la autocrítica de los decisores públicos si no también la implementación de medidas correctivas urgentes.
Leer versión extendida en: http://www.asuntospublicos.cl/2012/10/algunos-riesgos-del-voto-voluntario/