En reunión del candidato a alcalde con más opciones de ser elegido, Raúl Donckaster, con vecinos de la tercera edad de La Reina, participaron también el Tío Valentín Trujillo, el ex alcalde de la comuna don Fernando Castillo, Mónica Echeverría, una de las fundadoras del teatro Ictus, y la señora Ángela Jeria, madre de la ex Presidenta Bachelet, quien destacó el hecho de que el conjunto de la oposición hubiera logrado, primero un consenso programático, y luego un abanderado único (casi único, porque el Mas y el PH también llevan candidato) con posiciones muy diferentes a las del actual régimen municipal y nacional.
Lo anterior, llama de inmediato a una reflexión a mi juicio muy importante, ¿es efectivamente posible un acuerdo amplio de la oposición para enfrentar unida las próximas elecciones presidenciales?
La controversia desatada por la descalificatoria opinión de Camilo Escalona respecto de la propuesta de Asamblea Constituyente y las reacciones surgidas desde todos los ámbitos a ella, indicarían que la situación no es fácil.
En efecto, hay muchos en la ex Concertación, que sólo esperan la llegada de santa Bachelet, como si su sola presencia significara la unidad de la oposición, el triunfo en las presidenciales, el ordenamiento social, el cese de las movilizaciones de los más diversos sectores y un gobierno más del tipo de los anteriores gobiernos de la concertación.
El llamado al pragmatismo, una vez más, para ganar elecciones sin propuesta de cambios profundos, no será abrazado por los chilenos como causa propia, sino como otra traición a los anhelos de construir un país para todas y todos.
Nada más equivocada que esa percepción. Como he señalado en más de una oportunidad, los movimientos sociales llegaron para quedarse, durante los 17 oscuros años de la dictadura, se torturó, aniquiló e hizo desaparecer no a cientos, sino miles de dirigentes sociales en todo el país, se destruyó el tejido social, se destruyeron los partidos políticos.
Con la llegada de la Concertación, y durante sus 20 años de gobierno, se prescindió de la participación ciudadana, muchas organizaciones sociales fueron facilitadoras de la labor de gobierno más que defensoras de los intereses de sus asociados, y en definitiva, el movimiento social no tuvo expresiones orgánicas importantes a excepción de las movilizaciones de los trabajadores del cobre, del movimiento de los pingüinos y las movilizaciones del profesorado.
Tuvo que ganar el gobierno la derecha para que el “país de los consensos” mostrara sus más profundas contradicciones. Pasamos de la “paz social concertacionista”, a la movilización social en sus más variadas expresiones (estudiantil, regional, medioambientalista, diversidad sexual, ex reclutas del ejército, etnias originales, por nombrar las más conocidas).
No podemos si no concluir que el “crecimiento” como máxima del desarrollo de los economistas liberales, evidentemente no ha sido suficiente para la mayoría de los chilenos, no les ha llegado su cuota, han empezado a reclamarla y han tomado conciencia que más que el lobby, el trabajo parlamentario (ambos necesarios), es la movilización como expresión de fuerza y poder la que finalmente permite conseguir resultados.
Los dirigentes de partidos de la ex concertación que ven en la llegada de la ex Presidenta su salvación cometen un grave error, si la experiencia de La Reina (así como Providencia y otras comunas) nos deja una lección, ella es que, el acuerdo programático, la comunidad de intereses, la representación auténtica de los intereses de la mayoría y la movilización social son la llave maestra de la unidad, y la unidad es el pasaporte a la victoria.
La ex presidenta Bachelet seguramente debe tener claro que no tendrá carta blanca para gobernar, ella deberá encarnar los mas legítimos intereses del pueblo, generando un gobierno muy distinto a los anteriores de la concertación, un gobierno basado en el apoyo de las más amplias mayorías, con los ciudadanos como sus reales protagonistas, un gobierno donde las organizaciones sociales tengan el espacio que les corresponde como actores de primera línea, un gobierno que deberá enfrentar la imperiosa necesidad de la Asamblea Constituyente, como mecanismo para construir una institucionalidad democrática, un gobierno que para enfrentar las inmensas inequidades existentes en la sociedad chilena, no seguirá con las políticas de los bonos sino que irá a las raíces de las causas de ellas, reforma tributaria de verdad, educación y salud pública gratuita y de calidad, un gobierno que deberá instalar la discusión sobre la renacionalización de las riquezas básicas y el agua.