Los movimientos ciudadanos llegaron para quedarse, responden a una sentida necesidad de la gente de ser escuchada, de ser tomada en cuenta, de disponer de espacios donde no sean abusados, donde poder plantear sus demandas y organizarse para que la “autoridad” las escuche. Esto adquiere validez y realidad en la medida que la gente asuma que no existe el destino y que el mañana lo construimos cada uno de nosotros desde hoy, teniendo presente el pasado.
Sin embargo, no es suficiente solo tomar conciencia de que somos nosotros los dueños de nuestras vidas (por más hipotecados que estemos con el sector financiero y comercial), sino que es imprescindible que nos manifestemos también y principalmente a través de la organización con nuestros pares; el empoderamiento real solo puede lograrse en la medida que nos reconozcamos en el que está al lado, adelante y atrás y construyamos sujetos sociales conscientes, críticos, y proactivos en todos y cada uno de los espacios que como personas ocupamos (los barrios, las empresas, los liceos y establecimientos de educación superior, el campo, las minas, los bosques, la pesca), en fin, en todo lugar donde se desarrolle el ser humano.
¿Por qué son importantes estas reflexiones? Porque con la institucionalidad que instaló la dictadura, que la Concertación cuidó y mantuvo y la derecha, pretende “perfeccionar” eternizando el control y poder de unos pocos sobre la gran mayoría, es imprescindible un nuevo despertar de la ciudadanía, es necesario tomar conciencia de que nadie va a hacer la pega por nosotros, solo de nosotros dependerá la organización y la generación de la fuerza necesaria (una nueva mayoría), que permita y conduzca los cambios.
Los sectores dominantes aniquilaron físicamente a una gran cantidad de líderes sociales y políticos, y pretenden congelar los movimientos sociales, mantener atomizado al movimiento sindical por la vía de fomentar el paralelismo y satanizar la sindicalización.
Los colegios profesionales, se redujeron a sitios para tomar té. Algo similar ocurrió con las Juntas de Vecinos y Centros de Madres, la política se redujo a la toma de decisiones por no más de mil personas en el país (los dueños y gerentes de las mega empresas, los ministros de estado, los parlamentarios, los dirigentes de los partidos gobernantes, unos pocos lobistas, y embajadores de países intervencionistas y por supuesto, los sujetos corchos y los sujetos bisagra).
Sin embargo, la ciudadanía ha empezado a despertar: el rechazo a Hidroaysén, el gas magallánico, el movimiento estudiantil, los trabajadores del subcontrato, Aysén, los trabajadores de la salud, Freirina, los movimientos medioambientalistas, Calama, la diversidad sexual, Rengo, los movimientos indigenistas, los pobladores sin casa, los microempresarios, los movimientos por la reconstrucción justa, los movimientos patrimoniales, en fin, una multiplicidad de expresiones de diversos intereses que tienen en común principalmente dos grandes reivindicaciones, la inclusión social (es decir no ser excluidos de los “beneficios” del “desarrollo”, ni de la toma de decisiones), y justicia social, particularmente una mejor distribución del ingreso, educación gratuita de calidad, salud pública gratuita de calidad y viviendas sociales dignas.
Estas elecciones municipales ofrecen un espacio especial para que los candidatos a alcaldes y concejales manifiesten su voluntad, disposición y compromiso con las organizaciones ciudadanas, apoyarlas, otorgarles espacios para su acción, generarles competencia, aportar a la formación de más y mejores líderes- especialmente jóvenes y mujeres- propiciar fondos concursables, democratizar el reglamento de la ley 20.500, en fin, contribuir a empoderarlas de verdad, incluirlas en los procesos de discusión y toma de decisiones de los principales temas de las comunas.
En la medida que estas múltiples expresiones de la ciudadanía se articulen, construyan sus redes, conversen con el mundo político y lo comprometan con sus demandas, irán adquiriendo fuerza y mayor visibilidad, en ese proceso sus principales intereses deben ir formando parte de la agenda pública, si no es así, la gente se verá obligada, usando todas los medios que estén a su alcance, a exigir que se les tome en cuenta.
El gran desafío de los movimientos sociales, de la ciudadanía que está en las calles, y no se va a volver a meter dentro de sus casas hasta que obtengan las respuestas y soluciones demandadas, es construir mayorías políticas fuertes que permitan convertir en realidad parte de los sueños libertarios y de justicia, o todos ellos.
Los partidos y movimientos políticos, sus líderes, los que se asomen a escuchar y sentir lo que la población quiere, habrán de abrir de verdad las grandes alamedas, articular alianzas con todos los que quieran estar, sin dejar de lado ni atemorizar a los que no son capaces, o no quieren, ni pueden llevar el mismo tranco, para exigir los cambios necesarios, empezando ahora ya desde los municipios.
Aislar a los sectores mas refractarios y golpistas de la derecha y sus múltiples tentáculos de represión y poder, puede producir el efecto que ya conocimos, y muy dolorosamente, en dictadura, y que nos recuerdan de tanto en tanto por estos días. Una respuesta violenta de aquel que siente amenazada su forma de vida, su poder y sus valores.
Esta vez, hay que construir con las mayorías, y al ritmo que esta construcción democrática permita. Sin pausas ni vacilaciones, pero con todos, sólo sumando chilenos y amigos avecindados en estas tierras, para tener la patria que queremos, justa, digna, la cuna de los libres (nunca más la tumba) y el asilo contra la opresión.