La “letra chica” es el instrumento públicamente conocido utilizado por las empresas de servicios, y otras de otro tipo, para engañar a la población. En esos contratos infinitos que cualquiera de nosotros ha firmado más de una vez, se encuentra escondida la trampa contra el ciudadano, que lo “amarra” a una empresa y que le genera “cobros” que el individuo que contrata simplemente desconocía.
En la política esta expresión ha quedado impresa en la manera que tiene la derecha para gobernar. Es una técnica sencilla de la cual los ciudadanos no siempre somos plenamente conscientes y consiste en presentar ante la opinión pública una idea general en cuyo detalle se esconden las verdaderas intenciones de quienes gobiernan. Es una nueva manera de engañar y de torcer las percepciones de la gente.
La letra chica no es solo una forma de engaño sino que es también la forma que toma el abuso en contra de los ciudadanos. Quienes estamos en la Oposición siempre entendimos al Estado, con nuestras luces y sombras, como un instrumento de protección frente al abuso y, paradojalmente, lo que tenemos hoy día es un Gobierno que utiliza al Estado para hacer vista gorda del abuso o bien, para abusar directamente en contra del ciudadano a través del Estado y de la práctica de Gobierno.
El abuso es sutil, pues es más efectivo en la medida de que no se ve, que no se nota. La propuesta de la derecha, la verdadera, está justamente plasmada en la letra chica que tienen todos o casi todos sus proyectos de ley. Pareciera que les da vergüenza decir con claridad y exactitud a quienes representan y a quienes defienden. No tienen convicción pues la convicción, desde mi punto de vista, se funda en razones y propósitos más nobles que aquellos que esconde la letra chica.
En la letra chica se encuentra esa intención oblicua que impide que el gobierno tenga convicción, pues técnicamente representan a las mismas familias que se han enriquecido por años en el país.Pero hay una prevención en esto de a quienes representan.
El hecho de que hayan ganado la elección presidencial –que hace que, naturalmente, hoy gobiernen- no significa que representen a la mayoría de Chile. Nosotros perdimos por nuestras faltas en veinte años, y ellos ganaron por una habilidad táctica, que hizo que se instalaran en La Moneda para perder, paulatina pero sistemáticamente, el apoyo popular que los regocijó por unos cuantos meses.
Y así, para esconder esa representación cultural que tienen históricamente de una minoría de ciudadanos, comenzaron a utilizar el engaño y el abuso de la letra chica en el terreno político para camuflar lo que, realmente, el Gobierno quiere hacer en el país: defender, desde el Estado, a una pequeña porción de privilegiados.
Se dirá que se trata de una mirada resentida: la derecha siempre encuentra el argumento para justificar sus pasos. Yo diría, más bien, que se trata de un punto medianamente científico. Bien documentados están los representados que tenían el Partido Conservador, el Partido Nacional después, y la UDI, en nuestra actualidad.
Sin letra chica es uno de los lemas que ha animado la campaña del Alcalde de Pudahuel Johnny Carrasco y que me ha llamado poderosamente la atención. El Alcalde Carrasco da en el clavo en poner en el centro del debate uno de los ejes de lo que, en mi opinión, debe ser el planteamiento de la Oposición en la próxima campaña presidencial. En realidad, lo que en la Oposición debe ser un código de conducta.
No solo se trata de una convocatoria a la transparencia, sino a una forma de hacer política de cara a la ciudadanía. “De cara a la ciudadanía” no es en este caso esa expresión cliché que utilizan quienes ahora descubrieron la izquierda, radicalizando sus posiciones al fragor de “los nuevos tiempos”. Yo la utilizo más bien en el sentido de hablar y decir con claridad lo que creemos y pensamos: sin vergüenzas ni complejos, sin titubeos, sin eufemismos, sin dobles discursos ni estándares paralelos.
Yo, al menos, no tengo vergüenza de pensar lo que pienso y de creer lo que creo. Y de decirlo. Por eso me gusta Michelle Bachelet, porque es justamente esto. Por eso la derecha le teme, porque es lo contrario de lo que ellos han demostrado ser en el país: es auténtica y, como dice Guy Breton, Rector de la Universidad de Montreal, “la vida de Michelle Bachelet es un soplo de coraje y esperanza”.
Con todas sus letras.