La política de responsabilidad fiscal que siguió la administración de la ex Presidenta Bachelet, en el período 2006-2008, etapa de auge en el precio del cobre, permitió financiar el aumento del gasto fiscal el año 2009, cuando en Chile se sintiera el frenazo de la economía mundial.
No hay dos opiniones: un elevado gasto público fue el sostén de una estrategia contra-cíclica, que contuvo los efectos sociales que, en una economía abierta como la chilena, pudieron ser devastadores.
Recuerdo perfectamente bien que todas las fuerzas partidarias inscritas legalmente fueron informadas en La Moneda de las medidas que se adoptarían. Obviamente, incluidos los jefes políticos que hoy gobiernan. Todos expresaron, pública y privadamente, su conformidad. Llegaron a decir que eran medidas fiscales indispensables.
¿Qué nos dice hoy el gobierno? Que manejará el presupuesto del último año de su mandato “a diferencia de lo que ocurrió en años pasados”, ya que “jamás va a caer en ninguna tentación populista”.
Estas aseveraciones faltan a las más mínimas normas de una recta relación cívica entre gobierno y oposición.
Son falsas y antojadizas.
La responsabilidad fiscal de la Concertación no sólo permitió contar con recursos cuando eran esenciales para tapar el gigantesco déficit generado desde la economía de mercado, sino que, además, a diciembre del 2009, dejó a Chile en una situación de una solidez imposible de negar, reconocida por todos los organismos internacionales especializados.
En diciembre del 2009 la relación activos-pasivos nos hacía ser un país acreedor y no deudor, como fue nuestro pasado reciente, bajo la dictadura.
Datos al 31 de diciembre de 2009
Fondo de Reserva de Pensiones (FRP): US$ 3.421 millones.
Fondo de Estabilización Económico-Social, FEES: US$ 11.285 millones.
Otros activos del Tesoro Público: US$ 1.654 millones.
Total Activos Financieros: US$ 16.360 millones.
Total Deuda Pública: US$ 11.096 millones.
Chile fue acreedor neto, al cierre de 2009, en US$ 5.264 millones (en torno al 2,4 del PIB)
Pareciera ser que el gobierno actual gusta de solazarse jugando en el barro, olvida lo que es, el Gobierno del país. Se equivoca profundamente: la mentira no constituye mérito.