Este el subtítulo del libro “El país posible” (1) del escritor y analista político Sergio Muñoz Riveros.Fiel a la tradición de su pluma, el libro está escrito en bella forma literaria y con una lucidez analítica que se echa de menos en muchos de los comentaristas de la actualidad, quienes prefieren sumarse a la parafernalia de las consignas que a la revisión crítica del quehacer de los políticos.
Su mirada es para el hoy y el mañana, sustentando sus afirmaciones en la mirada profunda de lo que ha sucedido en los años precedentes. Tal vez lo más destacable, al iniciar este comentario, debe ser el desconcierto exhibido por una mayoría de políticos (que de dirigentes se han transformado en “clase”) quienes se vieron sorprendidos por los acontecimientos de 2011 (el alzamiento estudiantil y de otros sectores de la sociedad que se fueron sumando).
“La experiencia – nos dice el autor – demostró que cuando los políticos se dejan llevar por la corriente, dejan de ser respetables incluso para quienes tratan de contentar”.
La preocupación que manifiesta Muñoz es por la democracia que, según sus palabras, puede erosionarse desde dentro.
Sin duda éste es uno de los asertos claves del autor, que intenta mostrar que quienes debían construir (o reconstruir) un sistema democrático después de la experiencia de la dictadura de la derecha y de Pinochet, aceptaron la vigencia de un sistema sin preguntarse por las consecuencias que podría traer la aplicación de un sistema electoral que distorsiona la voluntad ciudadana y los graves efectos para la convivencia nacional de sistemas de enclaves encadenados que hacen que la colusión entre el poder económico, el poder político y el poder los medios de comunicación se acumulen en muy pocas manos.
Es hora de pensar (es decir mirar reflexiva y creativamente) la articulación clave de la política entre lo que queremos (el sueño, la utopía, el ideal) y lo que podemos (es decir, aquello a lo que obliga el realismo).
En aras de lo segundo, se ha perdido lo primero y entonces el quehacer de los políticos ha deambulado en el pantano de lo que las minorías derechistas les han permitido con sus derechos a veto fácticos y con los manejos de las comunicaciones que les permiten imponer temas, lenguajes, epítetos, descalificaciones y modelos que se distancian éticamente de lo que las fuerzas que gobernaron Chile en los primeros veinte años de post pinochetismo.
“Hacer lo posible” se convirtió en una norma, entendiendo que ello significaba no proponer nada más que lo que las fuerzas pinochetistas (sus sucesores ideológicos y políticos) estuvieran dispuestos a aceptar. Entonces o había acuerdo de inmediato o la derecha, extremando su poder, rebajaban aun más las aspiraciones de los partidos gobernantes.
Parecía que a los grupos económicos tradicionales les convenía más un realista gobierno de la Concertación que uno de derecha que, como el actual, se ve presionado a no ser tan “reaccionario” como se lo puede motejar.
Por eso Piñera ha logrado hacer algunas cosas que la Concertación no consiguió y, en la práctica, ni siquiera llegó a formular como propuestas concretas. Muñoz lo dice en palabras de Boeninger, artífice del realismo: “La Concertación asumió en plenitud el capitalismo”. Para algunos, como los demócrata-cristianos y los socialistas, ello es una verdadera traición a sus postulados esenciales.
Con el movimiento de los estudiantes de 2011 se produce el fenómeno contrario. La Concertación se ha puesto en oposición y por lo tanto siente la necesidad de atacar en todo al gobierno derechista.
Cuando los estudiantes se levantan, muchos diputados y senadores se suman a las consignas y las asumen en plenitud, como si acaso tener ideas distintas de los estudiantes fuera un sacrilegio y repiten las demandas sin verificar no sólo si éstas tienen concordancia con sus propias convicciones, sino ni siquiera si tienen visos elementales de realismo político, que antes tanto adoraron.
De un extremo al otro, en un vaivén dramático que habla pésimo de los que han gobernado, gobiernan y quieren gobernar el país.
Por eso se requiere detenerse a pensar y repensar, es preciso buscar renovaciones. No es una cuestión de edad, sino de actitud e ideas.
Muñoz nos habla del país posible. Yo me pregunto, con él y confrontado con algunas de sus visiones, ¿es posible un mejor país?
Por cierto, recomiendo entusiastamente el libro, aun que tengamos algunas discrepancias.
(1)Catalonia, 2012.