Tras la guerra civil de 1891, la era del salitre resultó implacable con los sectores populares del país. La mesa de los pobres contrastaba con los comedores de los bisabuelos de los actuales dueños del país.
Los desposeídos debieron recurrir al ingenio. Entre charquicanes, cazuelas y empanadas, emergió en las calles el popular pequén.
En el Santiago de 1876, los 46 kilos de harina costaban 2.90 pesos. Pero, en 1898 subió a 7 pesos y en 1909 aumentó a 12,88 pesos. Las alzas para las carnes de res fueron estratosféricas: 34 pesos en 1876, 65,5 pesos en 1898 y 175,82 pesos en 1909.
Gracias al pequén los pobres combatieron la cuaresma forzada a que los sometió la elite gobernante de esos tiempos. Nada, pero nada similar a la elite actual, muuuy buena onda.
Dicen las malas lenguas que los “pequenes” son empanadas sin carne. Craso error.Constituyen una dinastía aparte. Son de tamaño mediano y forma triangular.
Tienen una masa en horno muy suave, animada por un relleno algo “caldúo”, pero consistente. El pino es levemente rojizo, formado por cebolla rehogada con aliños y ají, más algunos trozos de huevo duro. La costumbre republicana sentencia que deben ser consumidos con un café o la clásica taza de té.
Tuve la suerte de conocer a Enrique Silva Cimma, quien ostentaba el record de haberse comido más de 27 en un duelo contra otro ilustre republicano.
La oportunidad se dio debido a una actividad de prensa que debí organizar en el Mercado Central, en el local de la única fábrica de pequenes vigente, de nombre comercial Nilo.
Don Enrique llegó solitario media hora adelantado al evento, con ese andar reposado de los hombres sabios y humildes. Su presencia ayudaría, gracias a su demencial récord pequenero, a formular un llamado para defender este patrimonio culinario. Tuve la suerte de conversar con él antes del evento.
Del tema de los pequenes republicanos fue imposible no saltar de inmediato a uno de los tópicos más interesantes para el líder radical en su actividad intelectual, ética y académica: la constitución del 80.
Según me explicó, la Constitución de Pinochet impuesta a sangre y fuego, estaba destinada a regir a perpetuidad. Acotó que, la propias palabras de Jaime Guzmán, especificaban su misión: “Si llegaban a gobernar los adversarios, estos se verán constreñidos a seguir, una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativas que la cancha imponga, de hecho a quienes juegan en ella, será lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”.
Para Silva Cimma todo ello era totalmente opuesto a lo proclamado en 1811 por Camilo Henríquez, en el Catecismo de los Patriotas: “El pueblo tiene siempre el derecho de rever y reformar su Constitución. Una generación no puede sujetar irrevocablemente a sus leyes a las generaciones futuras”, habría dicho el patrono de los periodistas.
Ya en su rol de Profesor Emérito de la Universidad de Chile, Enrique Silva Cimma, presentó en el 2009 su libro “Estado, Gobierno, Ciencia Política y Derecho Público.Principios Fundamentales”, en el cual analiza entre otros temas el asunto constitucional.
En el lanzamiento el radical dijo: “La Carta Fundamental no ha sido consultada de manera democrática, a excepción de las 54 reformas consultadas en el plebiscito de 1989”.
Asimismo, apuntó: “nuestra Constitución es de una base fascista indiscutible, ya que nace de las actas constitucionales aprobadas entre 1974 y 1977, cuyo fundamento se encuentra en las actas constitucionales del Régimen de Vichy, instaurado en territorio francés en 1940 bajo el mando del Mariscal Pétain y en colaboración con el régimen nazi”.
En su clase magistral, Silva Cimma explicó además que los “constituyentes” miembros de la Comisión Redactora y el Consejo de Estado fueron designados por un dictador, sin ningún representante de orientación democrática. Otra comisión secreta revisó y adecuó el texto del Consejo de Estado.
Ni mencionar que fue “aprobada” mediante un fraude electoral. Así de categórico fue el abogado ese día 22 de diciembre, soberbio en su cátedra.
Cuando muere un hombre destacado se hace más acento en sus logros generales y no en lo específico, ello evita ir al hueso respecto a las ideas del notable ausente y que incomodan a quienes co administran el poder.
La Concertación se ha negado a convertir como reforma primordial pos dictadura una asamblea constituyente, que nos libere de este legado fascista-nazi. Silva Cimma no dejó esa bandera abandonada como tantos otros.
Estoy seguro, mientras sus familiares lamentan tanto su ausencia, nadie del mundo partidario citará sus frases más preclaras sobre nuestra constitución nefasta.
Por los medios controlados sólo se escuchará sobre su consecuencia, nobleza, capacidad de acuerdos y todos esos valores propios de su ADN espiritual. Obviarán evidentemente el poderoso mensaje de este hombre que amó tanto la República e interpreto así: vivimos hace 38 años en una Francia ocupada, atiborrada de colaboracionismo.
Mi humilde homenaje a un hombre de la elite que un día tuvo la calidez para conversar con un periodista de medio pelo, en el más humilde diálogo republicano de una tienda de pequenes, ya entrado el siglo XXI.
Un hombre así, ciudadano del Chile que no volverá, tenía que partir de viaje un 14 de julio con una sencilla valija ataviada con tres ternos: ¡Libertad, Igualdad y Fraternidad!