Ricardo Lagos afirmaba en la CEPAL el año 2006 que la Concertación estaba “profundamente arraigada en el alma nacional” y que “nunca en la historia de Chile ha habido una agrupación más exitosa”. Y tenía toda la razón.Irónicamente, seis años después, la Concertación está reducida a su más mínima expresión.
El presidente del PPD ya le extendió certificado de defunción este fin de semana. Y el cónclave denominado “Ciudadanía y Política”, la última movida de Girardi después del escarnio al cual fue sometido por la denuncia de Velasco, extremó las posturas a un giro hacia la izquierda, aunque nadie sepa bien que significa exactamente aquello.
¿Y la DC? Ignacio Walker, presidente del hermano menor de la Concertación sostiene “que la DC no puede transformarse en un partido más de la izquierda chilena.” Sabe que los votos que se han perdido se han ido a la derecha y que la asociación explícita con el PC y las dificultades que le impone para adoptar definiciones que la distingan como representantes del centro político los llevarán a la derrota electoral.
Si se mantienen las proyecciones, las elecciones municipales generarán una victoria al oficialismo al menos en cuanto a alcaldes se refiere, y la prolongación de la agonía de la Concertación, anclada en la esperanza de un retorno místico desde Nueva York que bien podría no producirse. El temor de que esto no haya sido un simple lapso de 4 años ya está instalado en los corazones concertacionistas.
En síntesis, hoy son casi nada comparado con lo que fueron. Perder el poder fue, sin dudas, demasiado duro para la Concertación. Mató su unidad. Perder la Moneda fue para ellos más duro aún, que perder al enemigo común: Pinochet. Perdieron el centro y el eje.
En ese escenario, ¿Qué lecciones se deben aprender de la caída de la Concertación? ¿Cómo puede, más allá de las legítimas diferencias, sustentar un proyecto de unidad? A mi juicio, siguiendo cuatro, en apariencia simples, pasos.
La primera labor de la coalición de Gobierno es apoyar a su Presidente. Y, a su vez, la labor del Gobierno es dejarse apoyar.
El Gobierno ha hecho bien su labor, cumpliendo con su programa de gobierno pero le falta confiar más en los políticos que sean capaces de generar las voces que faltan para apoyar irrestrictamente al Presidente Piñera.
La plausible pulcritud técnica a veces hace evidenciar la falta de “lo político”, y el gobierno deberá entender que la labor de los partidos que lo apoyan es suministrarlo. Se entiende y se comparte la crítica de Carlos Larraín, de Manuel José Ossandón y de RN en general.
Después de todo, son los partidos los expertos en ganar elecciones y los que deben defender al Presidente en la calle, en la feria y en los puerta a puerta…
La segunda, construir un proyecto de mayoría política. La centroderecha accedió al poder de la mano de Sebastián Piñera.Llegó a la Moneda, más por la coyuntura que por un proyecto propio. La Concertación, ya desgastada, propuso una mala carta electoral, y pese a su alta popularidad, Bachelet fracasó políticamente al no haber entregado la Banda Presidencial a uno de los suyos. De alguna manera, la mayoría de la centro-derecha fue una mayoría prestada.Sin duda, la mayor debilidad de la Concertación es haber perdido el centro político.
Creo que los esfuerzos de Carlos Larraín son sensatos: captar al electorado descontento democratacristiano es un deber de la centro-derecha. Y, si así se pudiera, ampliar alianzas con socios de dicho mundo sería aun más plausible.
Ello nos lleva a la tercera misión: evitar lo que Andrés Allamand califica como “canibalismo político”. La verdadera antropofagia que se produce en la centro-derecha, especialmente entre los dirigentes de la época de los 80 y anteriores, es enemiga de una plataforma unitaria que es lo que el país necesita para salir adelante.
Solo cumpliendo esas tres misiones se puede dar la cuarta: encantar al electorado con un programa de país y un candidato presidencial único.
Lagos acertaba cuando afirmaba que “más allá de los entendimientos o no entendimientos, que es natural en las coaliciones políticas, hay un sentido profundo que es lo que le da sustento”. Chile merece que la centroderecha se enorgullezca de sus ideas como la Concertación lo hizo, en su mejor momento, de las suyas. El proyecto de la centro-derecha, de libertad sumada a iniciativa individual y respeto por la dignidad humana sustentado en el humanismo cristiano es un gran proyecto.
Para eso es necesario un proceso de renovación de cuadros: la centroderecha no puede seguir presa en el esquema de dictadura-democracia. Para evitarlo debe dar tiraje a nuevos nombres, nuevas caras, nuevos liderazgos. Por complejo que sea, es hora que la generación sub 40 reemplace a aquella que intervino en la época del régimen militar.
Las peleas circunstanciales son, a la larga, irrelevantes. La mejor reconciliación que da la política, la que genera verdadera unidad, es el triunfo electoral sobre la base de un proyecto. La convocatoria a la Coalición por el Cambio es no sólo ganar la municipal o la presidencial, lo que por su subsistencia debe hacer, sino hacerlo construyendo una nueva mayoría política inclusiva del centro.