El reportaje de Chilevision sobre la operación de camuflaje de las tiendas del “retail” para las clausuras por insalubridad adoptadas por la autoridad sanitaria, revela el descaro y el cinismo con que operan estos grandes consorcios.
Se trata de Santa Isabel, Líder y Tottus, marcas pertenecientes a los mas gigantescos conglomerados, cuyas utilidades permiten a sus controladores diversificarse comprando clubes deportivos y canales de TV, inaugurar torres de más de trescientos metros de altura, abrir bancos, incursionar en la hípica y crear las mismas cadenas en el extranjero, instaurando un nuevo tipo de “meganegocios” y, sin embargo, venden carne en mal estado, alimentos con los plazos vencidos y los ratones se encaraman por sus escaparates, como Pedro por su casa, al decir de los dichos campesinos de mi madre.
Estamos ante el megadescaro. La caradura o carepalo como expresiones populares quedan superadas ante la contumacia de quienes pusieron un letrero que decía cerrado por inventario para tapar aquel que señalaba la prohibición sanitaria de funcionar.
Y no casualmente son los mismos que aplican el método del “multirut”, aquel artilugio hecho para burlar la ley, de tener centenares de razones sociales diferentes para contratar a sus dependientes e impedirles negociar colectivamente para tratar de mejorar sus condiciones de vida.
Son los mismos a los cuales el gobierno sigue protegiendo, permitiéndoles abrir sus meganegocios no importando ni la congestión ni la contaminación y retrasando al infinito el envío de la ley que el mismo gobernante ofreció en su campaña electoral, para terminar con el escandaloso sistema del “multirut”.
Son los mismos que han sido denunciados por abusos laborales hacia niños y jóvenes y son también aquellos que adquieren otras compañías, a las cuales insólitamente la autoridad perdonó el pago de multas e intereses de sus deudas tributarias.
Es la doble cara de la democracia chilena, que manifiesta los abusos, la prepotencia y la codicia del poder del dinero.
Aquella manera de mandar e imponerse ocurre precisamente porque ese poder financia campañas electorales millonarias que logran, a través del sistema electoral binominal, sobre representar a un sector en el Congreso Nacional.