Hace unos días participé en el “Foro Gobierno de la Ciudad”, organizado por la Universidad Católica, la Universidad de Chile y la Universidad Diego Portales. Creo que fue un excelente espacio para reunir la visión académica con las posiciones políticas en un tema tan relevante para todos como es el gobierno y conducción de las ciudades.
En efecto, las grandes ciudades chilenas han crecido hasta convertirse en metrópolis de compleja dirección.Existe un sinnúmero de autoridades de distintos niveles que intervienen en su administración, las que no necesariamente dirigen su accionar como un todo integrado y estratégico para lograr ciudades sustentables e integradas.
En la Región Metropolitana, a más de 34 alcaldes se suman las direcciones regionales y nacionales de diversos servicios, además de las permanentes decisiones ministeriales y la intervención de la intendencia regional, que con facultades modestas no se focaliza en la ciudad sino en toda la región.
Sin embargo, no existe institucionalidad alguna a escala metropolitana intercomunal.La fragmentación de los espacios de decisión favorece formas inorgánicas e igualmente fragmentadas de intervención. Esto reduce las políticas urbanas a una sumatoria de programas sectoriales. Las decisiones reales se toman en instancias comunales, regionales o nacionales, pero las decisiones de mayor impacto se dan en ámbitos intercomunales.
Proyectos como “Costanera Center” son un claro ejemplo. Las principales decisiones sobre el proyecto se dieron a nivel comunal y nacional. El municipio correspondiente otorgó los permisos de edificación, y la autoridad nacional puso condiciones. Pero el verdadero ámbito de decisiones debió haber estado en la ciudad.
Este vacío hace extraordinariamente difícil desarrollar políticas integrales y promover la redistribución del gasto público.También en buena medida explica por qué no se ha logrado abordar en propiedad las grandes deficiencias de nuestras ciudades, como la contaminación del aire, la alta segregación espacial y residencial, la congestión vial o fenómenos de transformación urbana y densificación en altura como el Costanera Center.
Este no es un tema sólo de la capital. No sólo Santiago sufre la ausencia de una verdadera conducción metropolitana-intercomunal. Similar situación enfrenta el complejo Valparaíso-Viña-Con Con, así como el área de Concepción-Talcahuano-Hualpén-San Pedro.
En definitiva, claramente, los desafíos y problemas de la ciudad están adquiriendo una dimensión que no se corresponden con la institucionalidad actual.
Lo he dicho antes, y lo repito ahora: se requiere de una instancia a nivel metropolitano que pueda asumir el rol de autoridad coordinadora multinivel y multisectorial con capacidad de proyectar, articular y dirigir políticas y proyectos a nivel intercomunal, a través de una planificación estratégica con visión de largo plazo.
En otras palabras, se requiere un gobierno propiamente urbano para las áreas metropolitanas. Soy de las que cree que se requiere un Alcalde Mayor.
Por ello, junto al ex Presidente Eduardo Frei, presenté un proyecto de Reforma Constitucional para iniciar este debate. Lo que planteo es tener una autoridad a nivel metropolitano, supra o inter comunal, electa popularmente, que concentra recursos y potestades de gestión, administración y planificación, con facultades ejecutivas y normativas en áreas clave a nivel de ciudad, como transportes, vialidad, agua potable, alcantarillado, aguas lluvia, vivienda, seguridad, basuras entre muchas otras. Tal como existe en Bogotá, Londres o Nueva York.
Lo que propuse fue crear una estructura institucional que aborde la dirección de la política de desarrollo urbano de las áreas metropolitanas en nuestro país. Esta estructura se compone de un Alcalde Mayor, elegido por votación directa, e investido de las facultades necesarias para dirigir y coordinar el área metropolitana.Junto al Alcalde Mayor se propone un Consejo Metropolitano o Consejo Mayor formado por los alcaldes pertenecientes a la zona metropolitana de que se trate.
El desarrollo e implementación de estas alcaldías metropolitanas tiene que ser fruto de un verdadero proceso de participación ciudadana, materializarse mediante un acuerdo político-social de largo plazo y debe realizarse de forma gradual.
La ciudadanía organizada y activa debe poner en agenda la urgencia de encauzar el rumbo de nuestras ciudades y los políticos debemos entender, interpretar y conducir esta urgencia en decisiones concretas. La gradualidad es determinante.Fue fundamental para la gran reforma a la justicia chilena que me tocó encabezar. Fue la gran ausente en la implementación del Transantiago. Es el mecanismo que permitirá aminorar o eliminar la mayoría de los temores que surgen en estor procesos.
Por todo esto debemos abrir este debate. Es el momento adecuado para hacerlo.Ad portas de una elección municipal y en la antesala de una presidencial, esta materia debe ser parte de la discusión y de los programas de gobierno.
El Foro realizado en la UC fue alentador en este sentido. Somos muchos, en la política y en la academia, los que creemos en lo fundamental de estas reformas para el futuro de Chile y sus ciudades.