En la tan conocida entrevista del Presidente de la República en Brasil, a cuyo término decide no contestar acerca del homenaje en Santiago al ex dictador, el Jefe de Estado exponía su idea que la diferencia entre su gobierno y las demandas estudiantiles por una Educación pública, gratuita y de calidad, radicaría en que unos, los estudiantes, pretenden un Estado docente, en cambio, su gobierno propugna una sociedad docente.
No es así. Sin Estado docente no hay sociedad docente. La separación y/o contraposición entre Estado y sociedad docente equivoca el dilema de fondo y desconoce nuestra historia como nación.
En efecto, Chile debe su existencia como una patria independiente, con su propia cultura e identidad al Estado nacional.
Desde O’Higgins y Carrera, incluyendo a Portales, Bulnes, Balmaceda, Alessandri, Aguirre Cerda, Frei y Allende en nuestra historia republicana previa al Golpe de Estado de 1973, fue el Estado de Chile el impulsor no excluyente, pero fundamental, que nos dotó de los atributos de una identidad cultural propia, capaz de establecer con claridad un interés nacional, común y esencial a una comunidad que se constituía como país.
En consecuencia, somos tributarios de la visión auténticamente nacional y patriótica de quienes crearon el Instituto Nacional, la Universidad de Chile y luego desde el Estado cimentaron la ley de Instrucción Primaria Obligatoria, articulándose un Sistema Nacional de Educación que nos distinguió como nación.
Esto nos revela además que no siempre en Chile, la derecha fue ideológicamente neoliberal y que en largos periodos hubiera sido descalificada por algunos como “estatista”.
Aquel desarrollo histórico se quebró con las llamadas modernizaciones de la dictadura neoliberal, la municipalización y el “lucro”.
El propósito esencial de estas reformas estructurales no era garantizar un sistema mixto de Educación que ya lo había, sino que “sacar”, retirar, o al menos, debilitar decisivamente la presencia del Estado en la enseñanza.
Los ideólogos del régimen miraban el país como un “mall”, una serie de unidades de negocios bajo un mismo techo, sin un interés común, movidas exclusivamente en torno a un propósito parcial, fuera el lucro o el prestigio del alcalde respectivo, pero no en torno a un objetivo nacional compartido.
El Estado dejó de ser la columna vertebral de la Educación, su futuro estratégico quedo librado a su suerte.
Fue el retiro del Estado el que ha conducido a la desorganización del sistema y a su desnaturalización, transformando su carácter desde un bien público a un nuevo negocio.En el extremismo neoliberal el mercado debía reemplazar al Estado en todo.
Este es el verdadero alcance de la reflexión que debemos hacer como país, o nos sometemos a la idea de ser una especie de feria de las pulgas en que todo se transa y se vende o retomamos el camino de constituir una patria en que todos y todas tienen espacio y respeto.
Esa sociedad se construye desde la Educación y, por ello, la responsabilidad del Estado es ineludible. Tras ese objetivo hay que reconstituir una mayoría política y social capaz de conseguirlo.
El gobierno actual ni siquiera quiere dialogar sobre la idea de un Estado docente que haga posible la sociedad docente que dice promover, lógicamente que ese no es un sistema estatal, sino que un sistema mixto, concebido como una responsabilidad social y nacional en que la Educación pública asegura a los hijos de esta tierra, sin excepciones, las posibilidades de acceso a la igualdad de oportunidades que la ciencia y la tecnología hoy permiten a los países que se organizan para conseguirlo.