Hace un mes planteé en la Sala del Senado la necesidad de conciliar dos elementos que son esenciales en un proceso democrático: la capacidad de ser oposición clara y tajante en aquellos puntos que nos parecen diferentes al pensamiento de la alianza de Gobierno y el requerimiento republicano de lograr un lenguaje adecuado en la relación con el Ejecutivo, entender que la democracia es antes que nada un enfrentamiento de ideas y no personales y que el país, en su actual estructura política, nos exige un especial cuidado para mantener el régimen político democrático por encima de todas las cosas.
La Concertación encargó al Presidente del Senado abrir espacios sobre esta materia y el Gobierno dio por terminada toda posibilidad de acuerdo asumiendo que se había planteado bajo condiciones que Piñera no aceptaba.
Por eso he querido titular esta columna “Cuatro puntos malos para Chile”, usando una frase del rodeo chileno.
El primer punto malo, es que el Gobierno en forma unilateral y sin previo aviso dio por terminada esta posibilidad de entendimiento para que desde ahí, pudiéramos luego lograr acuerdos específicos y despachar los proyectos que nos parecen indispensables y elevarlos a la categoría de ley.
El desahucio de estos acuerdos sólo hace daño a Chile y si mañana se encrespa la situación nacional que quede claro que no fuimos nosotros los que tiramos el mantel, aunque si llega a pasar eso, da lo mismo quien haya roto el diálogo.
El segundo punto negativo, es el anuncio del Gobierno de enviar un proyecto de reajuste salarial de $191.00 o $193.000 mensuales. Creo que todos tenemos conciencia que, el promedio de las familias chilenas que se acogen a este régimen salarial no pueden tener una vida adecuada con ese ingreso mensual.
Hace ya cerca de dos años el obispo Alejandro Goic planteó la necesidad del Salario Ético que lo situaba en torno a los $250.000 mensuales. Volver a $191.000 es retrotraer el ingreso mensual de los trabajadores asalariados a un nivel inaceptable.
No votaré $191.000. No estoy dispuesto a continuar con la vieja discusión y el aserto conformista de “más vale poco que nada” y creo que por una vez deberíamos hacer un diálogo más profundo acerca de lo que deba ser el valor ético del salario mínimo, que hemos tenido en otros años. Los trabajadores han manifestado claramente que tampoco aceptarán esta suerte de chantaje bajo la admonición del viejo lenguaje chileno.
Un tercer punto que me duele en el fondo de mi alma, es la constatación de las nuevas cifras aparecidas en los informes macro y micro económicos en orden a que, la diferencia de ingresos sigue aumentando y el Gobierno sigue entendiendo que su tarea es contentar al dinero sin considerar en primera línea el ingreso de los trabajadores.
La brecha entre los propios asalariados significa que el más alto ingreso en ese ámbito es tres veces su comparación con los salarios más bajos.
Es decir, a mediodía del miércoles el salario más alto en Chile ha ganado lo que los salarios mínimos ganan en la semana completa. Pero como lo he indicado hasta la saciedad la verdadera brecha en Chile llega a ser de uno a 2.000 veces, es decir, un año de ingreso para el más rico se compara con el chileno más pobre cuando éste ha trabajado 2.000 a 2.500 años.
León Bloy, el viejo y gran escritor de comienzos del siglo XX había dicho en sus escritos que a veces cuesta definir lo que es un burgués y al final nos dejó una frase para el bronce: “¿A qué viene un cristiano al mundo?”“A terminar con la burguesía plutocrática”.
El último punto malo de la semana ha sido la decisión del ministerio de Minería de iniciar una licitación del litio en el mismo instante en que empezaba el debate para su eventual resguardo para ChileEn forma poco transparente, sin recoger la voluntad de muchos que considerábamos que igual se puede hacer el desarrollo de su industria por la vía constitucional y legal, junto a un debate en el Congreso nacional.
Cuatro puntos malos y una esperanza: El retorno del progresismo al Gobierno.