La nueva ley de inscripción automática y voto voluntario modifica sustancialmente el padrón electoral, incorporando a más de 5 millones de personas al universo de votantes, de los cuales 2.750.000 son jóvenes. Suponer que solo esta medida basta para ampliar las posibilidades de que este importante sector etario se incorpore a los procesos de elección de representantes populares es abordar desde una perspectiva muy estrecha el problema de la baja participación de los jóvenes en política.
Efectivamente, la participación de los jóvenes en las elecciones de autoridades (presidenciales, parlamentarias, municipales) ha disminuido considerablemente, constatándose que en 1992 los jóvenes representaban el 30,8% del padrón en tanto que en 2008, sólo un 8,1%.
No obstante, la participación juvenil fuera de estos espacios de nuestra limitada institucionalidad política ha crecido conforme pasan los años. El 55% de los jóvenes participa actualmente en múltiples organizaciones las cuales, sean politizadas o no, han venido rompiendo con el individualismo y apatía existente en los jóvenes.
Dentro de las expresiones con demandas políticas como movimientos sociales, la presencia juvenil ha tenido un lugar importante: movimientos medioambientalistas, de género y diversidad sexual, de pobladores, teniendo como paradigma el movimiento por la educación, el cual inicialmente fue un movimiento propiamente estudiantil y que, conforme a su desarrollo, devino en movimiento social.
Es desde esta óptica que me parece necesario abordar la baja participación de los jóvenes al momento de escoger a las autoridades de nuestro país.
¿Por qué los jóvenes vemos mayor cabida para desarrollar nuestras motivaciones al interior de movimientos sociales y no, paralelamente, dentro de aquellos espacios que debieran regir las políticas públicas?
En primer lugar, nadie puede negar las evidentes limitaciones e inclusive, perversiones de nuestro sistema democrático, el cual tiene como bases la Constitución y el sistema electoral binominal.
Nuestra Constitución es una de las principales herencias que legó la dictadura militar, lo cual determina su naturaleza antidemocrática. Nuestro sistema de representación, en particular el sistema binominal, está diseñado estructuralmente para dar cabida solo a dos bloques políticos, afectando significativamente la real representación de los intereses ciudadanos.
En este escenario, para propiciar mayor participación es necesario cambiar sustancialmente los limitados marcos democráticos de nuestro sistema político en general.
Pero aun cuando esto suceda, hay un segundo elemento a considerar que tiene que ver con la actuación de quienes han sido los “representantes” de la ciudadanía.
Quienes han debido representar los intereses populares lo han hecho bajo la conocida y desgastada “política de los consensos”. Existe un evidente malestar ciudadano hacia la Derecha y la Concertación, quienes como bloques imperantes, han desatendido las demandas y necesidades de la población.
Las pasadas elecciones presidenciales son una muestra de castigo al bloque de “centro izquierda” así como el masivo descontento social en los últimos 2 años hacia el gobierno actual muestran que hoy tampoco se sigue estando de acuerdo con el actual estado de cosas y que este gobierno no fue finalmente la alternativa que se creía.
Es por esto que para fomentar la participación, no solamente de los jóvenes sino de la sociedad en su conjunto, resulta vital generar profundos cambios a nuestro sistema político para avanzar hacia una forma más profunda de participación y representación, resultando ineludible modificar la Constitución y el Sistema Electoral.
Paralelamente, se debe dar espacio a actores políticos que constituyan una alternativa real de representación a los intereses de la ciudadanía que hoy se plantea cambios a un modelo que no ha traído beneficios para nuestro país. Un primer paso, es que hoy dentro de la institucionalidad tengan cabida actores provenientes del mundo social, de modo tal que las demandas ciudadanas lleguen a los espacios que definen las políticas públicas.
Ciertamente, bajo el sistema político hoy existente no basta solo con marchar pero tampoco basta con simplemente votar.
Hoy para pasar de una democracia de baja intensidad a una con mayor intensidad, necesitamos una mayor sintonía entre lo social y lo político, donde los actores y movimientos sociales apuesten a disputar aquellos espacios de representación que, definiendo las políticas públicas, hasta hoy han cerrado las puertas a las demandas ciudadanas.
En este juego, tenemos que pasar de la galería a la cancha.