He planteado la convicción que se debiera retomar el diálogo entre las fuerzas políticas de gobierno y oposición. Ello permitiría abordar temas de interés nacional y explorar, por mínimas que sean, si hay o no condiciones para un esfuerzo capaz de dignificar la política, sacarla de los improperios, desfarandulizarla y situarla de cara a sus obligaciones de Estado y no de espaldas a ellas.
Sin embargo, en la derecha aun no se convencen que para gobernar en democracia se debe tener respeto con la oposición y el país en su conjunto. Que no se puede tener un doble discurso para permitirse denostar y manipular, en que unos hacen de buenos y otros de malos.
En los últimos días hemos visto estas conductas duales, equívocas, que destruyen las relaciones políticas y enervan la situación nacional. Quienes detentan la autoridad son los responsables de gobernar y no de sembrar la división y la confrontación política.
Desde un ministro de Estado que de manera impropia se presta a una burda maniobra con un video que siendo ya conocido se presenta como nuevo y que luego dice arrepentirse, presentándose como víctima de un malentendido, hasta el lenguaje recargado de descalificaciones del Jefe del Partido del propio Presidente, tratando a costa del clima en el país, de ganar respaldo de sus adeptos en una asamblea excluyente de análisis por su autocomplacencia y fanatismo.
Ante este triste espectáculo, con razón la gente se aleja la política.
Mientras el Presidente pide puentes de unidad, los suyos se dan el festín de cosechar aplausos enervando el clima político.
Lamentablemente, tales comportamientos muestran que, se entiende la pertenencia política como afiliarse a un grupo de individuos odiosos, pendencieros, alimentándose de puras pugnas estériles y mezquinas.
Por eso se acentúa la distancia de las personas hacia el sistema político. Hay un claro rechazo a esta lógica ciega y estéril, de encierro en la sola dinámica conflictiva de personeros arrogantes, consumidos en una actitud confrontacional nefasta.
No hay que seguir por ese camino.
El llamado del Presidente no encuentra acogida en sus mismos partidarios. Desde la oposición se deberá seguir esperando que un mínimo de responsabilidad regrese a quienes pidieron el voto ciudadano para gobernar y se ven fatigados y huyendo de sus tareas. Su actitud indica una reiterada preferencia al pugilato y la agresión verbal.
De esa manera pierden de vista la cuestión esencial: para recuperar la confianza y la credibilidad de ciudadanos y ciudadanos hay que redignificar la acción política. Su sentido es hacer país y no destruir al interlocutor.
Hay que repetirlo y repetirlo para que se escuche antes que sea tarde y los conjuros de la confrontación lleguen a imponerse.