Confieso haber votado por Bachelet con ciertos reparos. Declaro que efectivamente su gobierno no me gustó, más que por ella, por lo que yo me temía y sucedió: los ministros que tuvo y los manejos políticos de sus allegados. Confío en que el mundo progresista encontrará otro candidato que lo represente, ya que si bien ella es una muy buena persona, está claro que no sabe elegir a sus colaboradores.
Pero aun con ello, nada de eso me permite justificar esta conducta de la derecha política que deja en claro la decisión de “matar” políticamente a la ex presidente.
Así como hace unos años “inventaron” su liderazgo para frenar a Soledad Alvear, ahora desatan esta campaña para destruirla. Porque intentaron levantar a Golborne, pero éste, después de un año de regalonerías periodísticas y piñeristas, se ha empinado sólo en un tímido 7% de las encuestas frente al 51% de Bachelet. Entonces, para que uno de los suyos gane la próxima elección presidencial, debe montar una operación política destinada a liquidar la imagen que les hace sombra.
Con tal finalidad han reflotado los sucesos del terremoto y maremoto del 2010, tratando de guiar la percepción ciudadana hacia su afirmación principal: que si Bachelet hubiese actuado de otro modo, los muertos habrían sido menos. Entonces, ella es responsable de las muertes de cientos de chilenos.
No han trepidado en mentir descaradamente y en utilizar todos los elementos propios de una operación política, hasta el extremo de presentar documentos ya conocidos como si fueran nuevos, escandalizando con los contenidos de videos que todos habían visto, pero cuya repetición les permite agudizar el ataque, intentando confundir a los ciudadanos.
Por ejemplo, lo de Juan Fernández. El alcalde entrega (vía Longueira, el canalizador) un video en el que aparece él y carabineros conversando con la Presidenta. Ese video y esa conversación eran conocidos por todos los interesados, puesto que el 13 de marzo de 2010 en radio Cooperativa Michelle Bachelet habló de ello.
Lo interesante es esto: se trata de decir que si ella hubiese querido ocuparse del asunto, con la información de la isla habría bastado para evacuar Talcahuano. Claramente absurdo.
Pero, de todos modos, ella se hace la pregunta y dice que podría estar dispuesta a hacerlo, aunque agrega: “pero la Armada insiste en que no hay riesgo de Tsunami”.
¿A quién creerle? ¿a su intuición o a los organismos técnicos? Podríamos decir: “Si fuera Presidente habría seguido mi intuición”. La respuesta sería: “Por eso no es Presidente”. (A todo esto el comandante en jefe de la Armada dormía en su casa, pues no había peligro alguno)
Porque si de evacuaciones se trata, quienes debían disponer esa medida eran las autoridades locales.
¿O para salvar la vida es necesario que la orden venga desde Santiago?
¿O es que si no me dicen los gobernantes del peligro que corro yo me voy a quedar esperando la muerte en el mar? Quienes estaban en el terreno, como lo hizo un carabinero en algún pueblo costero, eran los obligados de resolver la evacuación. ¿Caerán entonces los alcaldes y policías que callaron esa noche y no fueron capaces de tomar medidas?
Si en torno al terremoto ella es responsable políticamente de algo, no cabe duda que es de no haber declarado la emergencia y en consecuencia no haber disminuido los saqueos. Eso tendrá que explicarlo durante mucho tiempo, porque claramente fue un error ante evidencias que todos veíamos por la TV o escuchábamos en la radio.
Yo espero que los Presidentes sean personas razonables y que no les baste su intuición o su instinto para tomar decisiones. Ella siguió su instinto (así lo dijo) respecto del Transantiago y se equivocó. Un Presidente debe funcionar de acuerdo con los aparatos del Estado. Si no, ¿para qué existen?
Han perdido la calma porque su candidato preferido no da más que un séptimo de la señora Bachelet. Y los otros “líderes” no logran posicionarse… ¿Tendrá que aparecer un “tapado”?
Dejen a la señora tranquila, pues ella sabe que podría ganar, pero también sabe que le sería muy difícil gobernar por la situación de los partidos y la incompetencia de quienes ya una vez la acompañaron.
Lo más probable es que no acepte, lo más razonable es que siga su camino por donde va ahora, lo más conveniente es que avancemos en un proceso renovador de nombres, ideas y programas.
La derecha ha perdido la calma.