En los próximos días altas autoridades de la Democracia Cristiana Internacional visitarán Chile con una tarea específica cual es saludar y distinguir a Patricio Aylwin Azócar por los servicios prestados a Chile y a su partido.
No es necesario argumentar lo merecido de este homenaje que los dirigentes y parlamentarios de la Democracia Cristiana lo acogerán en la admiración y festejo que su persona convoca. Basta enumerar su larga, profunda e histórica presencia en los últimos 60 años de la política chilena. Sí, vale la pena recordar, en su justa memoria, porque en tiempos recientes el servicio prestado a su país se pierde en la trifulca moderna y la perspectiva futura para mirar su acción que aún no se consolida plenamente.
Patricio Aylwin fue Senador por dos períodos, Presidente de Chile, convocante esencial de la Concertación, Presidente del Senado y hombre público de primera notoriedad.
Ocupó la Presidencia del Partido Demócrata Cristiano y muchos otros cargos en su larga trayectoria. Profesor por muchos años de la Cátedra de Derecho Administrativo de las Universidades de Chile y Católica, autor de libros y líder de la mayoría demócrata chilena que derrotó a la dictadura.
Todo eso lo sabemos pero la pregunta que hoy nos hacemos es ¿qué fue lo que hizo de un hombre sabio y razonable, un líder que levantó la fuerza moral de los chilenos en el más duro enfrentamiento con la fuerza bruta que ha tenido Chile en su historia?
Creo que fue lo que los católicos llamamos la Gracia de Estado porque existe la sutil intervención del Espíritu del Todopoderoso para darle la fuerza en un momento donde todo era difícil y las posibilidades de triunfo eran precarias.
Creo que fue su conducta moral en la que podíamos confiar o discrepar de ella en la seguridad que no habría persecución de su parte.
Creo que fue su capacidad de resistir la presión extrema para decidir lo que él creía justo y adecuado.
Fue su capacidad de convencer a muchos que no estaban conformes con su vieja frase de “la Justicia en la medida de lo posible”.
Fue el hombre justo en el momento justo porque a la fuerza opuso la razón y a la violencia desatada la parsimonia de la ley.
Es un hombre que desde la Presidencia de la República fue capaz de pedir perdón, en forma pública y a través de todo el país, a quienes habían sufrido el agravio de los atentados a los derechos humanos o la muerte de sus familiares.
¿Por qué escribir estas notas en un momento donde no hay ni fecha de especial connotación ni sucesos en los que haya estado participando en el último tiempo?
El reconocimiento que le hacen altas autoridades de la Democracia Cristiana, como el Presidente de la Internacional Demócrata Cristiana, el diputado italiano Pier Ferdinando Casini y el Presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América Latina, senador mejicano Jorge Ocejo responde a esta pregunta con una visión precisa y clara: la figura de Patricio Aylwin no necesita tener eventos especiales para recordarlo y poner de manifiesto su importancia que debe ser mirada como un ejemplo permanente de lo que es la real coherencia entre pensar como se habla y hablar como se vive, que es la exacta virtud como nos pide Charles Peguy y tantos filósofos y humanistas demócratas cristianos.
Estas figuras han sido señeras desde nuestra juventud hasta los jóvenes de hoy. Desde los que ya no son tan jóvenes hasta aquellos que vienen entrando hoy al Partido y nuevos y nuevas líderes emergentes en la medianía de su edad.
Es el acervo que tenemos en un momento donde no hemos sido capaces plenamente de resistir a las tentaciones del poder ni a la concupiscencia del dinero y ese mismo poder.
Desde el Congreso Nacional en donde Patricio Aylwin destacó, en un Senado brillante, lo saludamos con el afecto y la fraternidad de nuestro Partido. Le deseamos larga vida en la consideración que el Partido le tiene junto a Leonor y su familia, formada por hermanos y descendientes que son un gran ejemplo para Chile.
Gracias Patricio por lo que nos has entregado.