Una seguidilla de nuevos anuncios ha marcado el discurso presidencial del 21 de mayo.Son iniciativas más aparentes que reales, no abordan dilemas de fondo del país, especialmente los abusos contra la clase media, de las financieras,Isapres y Afps, que no fueron abordados en el mensaje.
Cuando los hechos son escasos, los gobernantes caen en el error de creer que mientras más avisos hacen, más confiables y populares serán. Grave equivocación.
Los anuncios no conllevan más confianza, sino que más dudas y sospechas de los ciudadanos y, con ellas, se aumenta la impopularidad.
Este último factor acelera las pulsaciones en el centro del poder gubernamental, generando una conducta que se ha hecho incontrarrestable en diversas circunstancias, cual es mirar la próxima elección presidencial como lo primordial y dejar de lado las tareas y responsabilidades que correspondan al actual gobierno.
Las reuniones no desmentidas de ministros y parlamentarios en el llamado “comité político” previo a la exhibición del ya tan reiteradamente comentado video del 27/F, no hacen sino que confirmar que a un muy alto nivel de funcionarios de gobierno se había perdido la brújula, enfrascándose de manera enteramente prematura en la carrera presidencial del próximo año, arrastrando en el error al propio Gobierno.
El discurso presidencial está lleno de promesas que no se realizarán. Los plazos no lo permiten y los recursos fiscales con que hoy cuenta el país tampoco. Desde ese punto de vista, falla en lo esencial, al crear falsas expectativas en los sectores más humildes de nuestra sociedad, que se distanciarán aún más del sistema político cuando, otra vez, la realidad contradiga las palabras.
Los asesores presidenciales buscan popularidad fácil, “golpeadora”. Pero la tarea de Estado que debiese efectivamente interesarles, aquella que perdura pese al paso del tiempo, ocupa un lugar marginal en el mensaje que proyectan al país. Piensan que una acción populista les permitirá mantener el control del Palacio de La Moneda.
Nuevamente se equivocan.
El país negará su apoyo a quienes abandonan su responsabilidad política y pretenden ser simples francotiradores del gobierno futuro. La nación rechazará una conducta que, en definitiva, está reconociendo la incapacidad de liderar y de reemplazar esa tarea por el boicot al prestigio y autoridad que le sucederá en La Moneda.
En todo caso, la madurez republicana que marcó el 21 de mayo quedará como un valioso precedente para el futuro de nuestro país. ¡Bien, por el Congreso Nacional!