En su influyente artículo The Origin of Strategy, Bruce D. Henderson nos recuerda la importancia de tener en cuenta el principio de exclusión competitiva de Gause al momento de formular cualquier tipo de estrategia.
Según este principio dos especies no pueden coexistir en el mismo nicho ecológico si subsisten de forma idéntica. Con el tiempo, una de ellas indefectiblemente excluirá a la otra de dicha circunspección natural, confirmando el hecho que nuestros competidores más peligrosos son aquellos que se parecen más a nosotros mismos. En la diferenciación radica la base de cualquier ventaja estratégica.
Traigo lo anterior a colación a propósito de la carrera presidencial que se ha desatado en la centro derecha, y que viene generando un verdadero marasmo de confusión entre algunos dirigentes de los partidos políticos de este sector y diversos líderes relacionados con el mismo, quienes estarían ya convencidos de consagrar al Ministro Laurence Golborne como el candidato del oficialismo debido principalmente a su alta popularidad y a ciertos atributos blandos que él mismo posee, que lo harían supuestamente ser el único candidato capaz de vencer a Michel Bachelet en la próxima elección presidencial.
Sin embargo, si analizamos a Golborne a la luz del principio de Gause, podemos concluir rápidamente que la opción de llevarlo como candidato pareciera no ser para nada una alternativa tan estratégica.
En efecto, la centro derecha de forma pusilánime ha caído bajo el embrujo de la tiranía de las encuestas y se va convenciendo cada vez más que sólo el ministro de Obra Públicas puede derrotar a Bachelet, cuando a todas luces es el candidato cuya forma de subsistencia política se parece más a la de nuestra ex Presidente de Chile y por ende implica un peligro mucho menor para ella y un riesgo importante para la centro derecha.
De alguna forma se busca un consuelo timorato en la posibilidad de tener un candidato cercano y simpático (un mini Bachelet) para la elección presidencial del 2013, y no un candidato cuya posición estratégica se sustenta justamente sobre la base de una real y profunda diferenciación en lo que a ideario político corresponde.
En este sentido, creo que la Coalición por el Cambio debe a toda costa evitar la elección de un candidato que busca principalmente mimetizarse con Bachelet, bajo el entendido que sus cualidades son las que la ciudadanía más aprecia para gobernar, sino que muy por el contrario debe buscar diferenciarse lo más posible de las mismas, y perdurar en dicha diferenciación intelectual e ideológica.
Se debe consolidar una postura estratégica para tener un patrón claramente distinto al de la inerte cariñocracia de Bachelet.
Si la Coalición por el Cambio no logra alejarse del canto seductor que emana de las encuestas, lo mencionado anteriormente sólo la llevará a alejarse del poder otra vez.
Resulta clave entonces que los principios, la política y las convicciones sean los elementos centrales en los que descanse la ventaja competitiva diferenciadora de la candidatura de centro derecha para el 2013.
Llegó entonces la hora de seguir las recomendaciones de Bruce D. Henderson, en el sentido que el oficialismo debe recurrir a la imaginación con el objeto de desplegar lo antes posible una estrategia que no solamente respalde una candidatura cuyo eje central es la reivindicación de la política de la diferenciación, sino que más importante aún, logre acelerar frente a la opinión pública la concreción de los efectos que la competencia política gatilla mediante la representación efectiva de las profundas diferencias que existen por ejemplo entre el ideario político de Andrés Allamand y Michel Bachelet, pero más importante y urgente aún, la existente entre la liviandad popular de Laurence Golborne y la amplia experiencia política y la capacidad deliberativa de nuestro ministro de Defensa.