He sostenido que el “democratismo” es el arma de los que no creen en la democracia y están dispuestos a crear y mantener mecanismos que les aseguren el poder que tienen.
El discurso de la incorporación de las mayorías o la creación de espacios en los que las personas podrían tener un grado de participación es fácilmente deformable hacia una mera apariencia democrática.
Me refiero especialmente hoy al mecanismo del voto voluntario y la inscripción automática.
Eso ya es un hecho y las primeras informaciones que observamos están confirmando distorsiones severas producto de que los domicilios registrados no siempre son los que realmente tienen las personas ni guardan relación con el lugar en el que les gustaría votar, si es que estuvieran dispuestos a hacer el esfuerzo de ir hasta los lugares de votación.
Decir que cualquiera tiene el derecho de votar porque al cumplir 18 años se le inscribe automáticamente es tan amplio como decir que cualquiera puede ser rico o que cualquiera puede estudiar algo o que puede manejar un auto.
Se trata, entonces, de una especie de autorización y así, el que quiere vota y el que no quiere no.
¿Es posible sostener que eso fortalece la democracia?
La democracia es una forma de organización política que parte de la base de una cierta igualdad de derechos en la sociedad. Las personas tenemos derechos esenciales que el Estado debe proteger y garantizar en su cumplimiento. La vida, la libertad, la propiedad, el trabajo, la educación, entre otros. Pero, para ejercer esos derechos, yo debo tener ciertos deberes mínimos.
Por ejemplo, si yo no respeto la propiedad de otro, puede ser que mi libertad resulte conculcada y limitada a lo menos. Y así, cada derecho, sea de los esenciales o de otros, tiene como contrapartida un deber.
Otro ejemplo, de menor monta: si yo quiero circular por las calles en automóvil, debo respetar las reglas del tránsito. Si yo quiero que se me respete mi libertad de circular como peatón, debo utilizar los espacios señalados para ello y respetar las normas de tránsito.
Trabajar en la sociedad contemporánea es posible en la medida que esté dispuesto a seguir determinadas reglas, respetar las normas, cumplir obligaciones. Sea empresario, independiente o asalariado, tengo derechos y tengo obligaciones.
Si quiero ser ciudadano con plenos derechos en la sociedad debo tener obligaciones. Y una obligación fundamental debe ser la de participar en los actos propios de la democracia, es decir, en aquello que garantiza la continuidad y funcionamiento de la democracia.
La inscripción debe ser un acto personal y obligatorio, no automático, pues se requiere de un compromiso asumido con plena conciencia, a partir del cual cada persona se compromete con la democracia, asumiendo que él acepta las normas de la sociedad. Si es un acto meramente automático por vía administrativa, no hay compromiso personal ni claridad respecto de la naturaleza de la condición de ciudadano.
La persona que se inscribe adquiere derechos y deberes. Muchos derechos que hoy se ejercen en la sociedad deben estar condicionados al acto personal de la inscripción: iniciación de actividades, pasaporte, títulos profesionales, por sólo nombrar algunos ejemplos.
El voto también debe ser obligatorio, pues si acaso no se concurre a votar no hay compromiso con el resultado, debilitando el funcionamiento de la democracia y arriesgando que esas personas puedan sentirse con el “derecho” de no respetar a las personas elegidas.
Si yo voto, puedo elegir entre los candidatos o puedo elegir no votar por ninguno. De ese modo, con inscripción y voto obligatorio es posible cuantificar los que votan nulo o en blanco, con lo cual se constituye así una fuerza inorgánica pero con peso.
Lo menos que se puede pedir a un ciudadano que usa beneficios del estado y de la sociedad es que tenga este compromiso personal, aunque sus ideas sean diferentes de las de todos. No se trata de hacer pesar una u otra ideología ni de que los ciudadanos deben pertenecer a partidos, sino solamente que los ciudadanos deben estar integrados en los procesos de definición social y política más relevantes.
Del mismo modo, con este grado de compromiso democrático, se podrá fortalecer las organizaciones de la base social (por ejemplo, juntas vecinales activas) asegurando la existencia de mecanismos reales de participación.
Entonces, hoy, con este “democratismo” de tener votos en cualquier parte por inscripciones en las que no hay compromiso personal alguno y voto voluntario, tendremos un riesgo grave: el que la participación baje a niveles que terminen por dejar en minoría a los que de verdad creen en la democracia como sistema político.