Este primero de mayo sorprende a los trabajadores chilenos en una situación de alta complejidad.
Si bien la desocupación del último mes alcanza al 6,6% del total de la fuerza trabajo, hay problemas pendientes que deberían inquietar a las autoridades políticas, a los empresarios y a los mismos trabajadores.
El marco jurídico para la actividad laboral depende de los políticos. De gobierno y oposición. Desde allí debería articularse un acuerdo entre la empresa y el mundo laboral, para establecer de una vez, un salario mínimo de $250 mil pesos.
Ya en 2007 el obispo Alejandro Goic, mostraba su inquietud al respecto: “En un país donde el 90 por ciento son creyentes en Cristo, donde hemos resuelto juntos el paso de un régimen de facto a uno democrático, ¿no será el momento ya de abrir un gran debate nacional para ver como distribuimos la riqueza? Yo me pregunto, ¿es posible vivir con un sueldo mínimo de 140 mil pesos?”
Sin embargo después de 5 años el mínimo llega a algo más de $180 mil pesos.
El mismo obispo en su momento planteó un salario ético mínimo de $250 mil pesos.
Crece la economía (ingreso per cápita de US$15.000), pero sin embargo la meta propuesta por el prelado, está muy lejos en el horizonte.
Si profundizamos por lo demás en la deuda social, la inequidad sigue siendo un talón de Aquiles, para nuestro país.
De acuerdo a datos de la fundación Sol, una familia del veintil más pobre accede $20 mil pesos mensuales y un grupo familiar del veintil más rico de Chile, percibe casi $16 millones de pesos.
Si consideramos que el 76% de la masa laboral gana menos de $350 mil pesos, le encontramos razón a quienes afirman que el reparto de la riqueza en Chile alcanza niveles obscenos.
Una de las fórmulas para cambiar la situación está marcada por la capacitación de los trabajadores. Un empresario de larga data en el mundo productivo, me dice que resulta escandaloso observar como cada año se pierden recursos destinados a capacitar, porque hay empresarios que se resisten a optimizar la capacidad de sus trabajadores.
Temen, me argumenta, que esos trabajadores, una vez capacitados exijan mejores remuneraciones o bien busquen nuevos horizontes.
La modernización de la economía no sólo consiste romper con las barreras arancelarias y otras medidas propias de la globalización.
Se hace necesario que los trabajadores estén organizados en sindicatos y que estos asuman no sólo sus legítimas reivindicaciones, sino que además sean parte del proceso de producción en forma activa, orientado a lograr una productividad más eficiente, donde parte del beneficio, le mejore sus condiciones de ingreso y por ende su calidad de vida.
Impedir la formación de sindicatos o amenazar a los trabajadores que quieren formarlos, es una práctica brutal que debería erradicarse de nuestro país.
Este primero de mayo, día internacional de los trabajadores, no sólo es conmemoración de los mártires de Chicago, es un llamado de atención para construir futuro con responsabilidad social.