The Economist, revista inglesa que se publica desde el año 1843, se hizo conocida en la opinión pública chilena por un artículo sobre nuestro país.
El artículo, publicado el 14 de abril de este año, fue ampliamente comentado por una frase que califica al Presidente Sebastián Piñera como un político inepto.
La frase expresa, literalmente: “Part of the problem is that Mr Piñera has proved to be an inept politician – a view not confined to the opposition”. (Traducción libre: parte del problema es que el señor Piñera ha probado ser un político inepto – una opinión sustentada no solamente por la oposición).
Desde luego, el artículo es mucho pero mucho más que esa frase – que puede ser compartida o no.
En efecto, consta de más de 8 páginas y contiene descripciones, análisis, evaluaciones -también adjetivos- datos económicos y sociales, entrevistas a varios políticos, académicos e intelectuales.
Pasado ya el frenesí mediático que produjo el artículo conviene hacer algún comentario y criticarlo desde una perspectiva política, porque opino que a los chilenos nos hace bien que alguien nos mire desde fuera, aunque su mirada no la compartamos del todo.
Desde luego, el artículo plantea que en Chile existe progreso y libertad política y que ese mismo progreso ha gatillado demandas sociales en orden a que el gobierno y los políticos garanticen una sociedad más justa.
Esas demandas, anota el artículo, se han expresado en demostraciones a veces violentas (“in sometimes violent demonstrations”).
Esa apreciación, a mi juicio, es benevolente atendido que, objetivamente, la violencia –por cierto, no directamente de parte de los estudiantes- ha sido una compañera casi inseparable de las manifestaciones estudiantiles y de otras, como las de Aysén.
De otro lado, el articulista reconoce que Chile destaca en América Latina por su rápido crecimiento, progreso social, estabilidad política y sus relativamente robustas instituciones (“rapid growth, social progress, political stability and relatively robust institutions”).
El artículo describe el alza del apoyo al Presidente Sebastián Piñera, derivada del exitoso rescate de los 33 mineros el año 2010, que se elevó a 63%, pero que bajó a 29%, mayormente gracias a los estudiantes (“thanks mostly to the students”), según las cifras de Adimark que se citan.
Esa baja en la aprobación es la que lleva al articulista a calificar al Presidente Piñera como un político inepto (“inept politician”).
Puede ser,pero, cuando se formulan calificativos como aquel citado debiera definirse qué se entiende por ineptitud y por aptitud política.
De otro lado, el articulista mantiene una cierta objetividad ya que reconoce lo que todos sabemos: la aprobación a la Concertación es aún más baja, solamente 21%, que aquella de la Alianza de gobierno, 24%.
O sea, se puede argumentar, con bases objetivas, que en realidad aquello de la ineptitud política se aplicaría no solamente al Presidente Piñera sino, en general, a los políticos chilenos.
Ello si se define aptitud política como la capacidad de obtener, mantener y acrecentar la aprobación política de la población – que parece ser el criterio subyacente aunque no explicitado por el autor del artículo.
Esa capacidad es la que ningún o casi ningún político chileno de los últimos años tiene de manera satisfactoria – con algunas excepciones, entre ellas la muy notable de la ex-Presidenta Michelle Bachelet.
Por otra parte, Chile se estaría transformando en una sociedad predominantemente de clase media, aunque siempre muy desigual. Los chilenos seríamos ahora menos pobres pero aún desiguales (“Less poor, still unequal”).
Aunque la pobreza ha bajado del 45% del año 1985 al 15% del año 2009, la distribución del ingreso sería la más desigual, comparativamente, al interior del grupo de países de la OCDE.
Por cierto, el artículo está comparando países ya desarrollados, ricos, con un país todavía en proceso de desarrollo y que recién se ha incorporado a la OCDE (el año 2010). ¿Por qué no compararnos con el conjunto de países de la región latinoamericana? Quizás saldríamos algo mejor evaluados en esa comparación.
Existe mucho más material en el artículo que brevemente comento pero, en suma, su argumento central es que en el plano social, educacional, económico, político y cultural, Chile ha experimentado un gran cambio, que los políticos y el sistema político no han sabido leer bien ni responder adecuadamente.
En fin, se puede compartir en buena medida la descripción que el artículo formula, pero sigue siendo una visión limitada, que aporta pero no alcanza a develar las causas más profundas del descontento chileno actual.
Eso sí debo reconocer que pedirle aquello a un extranjero puede que sea demasiado.
Después de todo ni los chilenos entendemos bien qué –y por qué- está pasando lo que ocurre hoy en la política chilena, y los que entienden algo al respecto, no están en modo alguno de acuerdo.