Por encima de la habitual rivalidad futbolística y de lo cerca que estuvo, en 1978, un conflicto bélico que hubiese tenido desoladoras consecuencias, hay una realidad más fuerte y determinante entre Chile y Argentina: jamás dejará de existir esa frontera de altas cumbres y pampas interminables que nos unen para siempre. Es por ello y no por un hecho casual que las relaciones entre Chile y Argentina arrancan desde la fundación de nuestros Estados nacionales.
Si ello se olvida, basta rememorar la gesta libertadora del Ejército patriota que bajo el mando de San Martin y O’Higgins cruzó la cordillera de Los Andes y conquistó definitivamente nuestra independencia nacional en la batalla de Maipú, un día 5 de Abril de 1818.
Podrán ocurrir distanciamientos y hechos inconvenientes; sin embargo, ninguno de ellos debiese tapar lo fundamental, somos vecinos que requieren establecer una alianza estratégica, una cooperación multidimensional que se haga cargo de esa perspectiva.
En síntesis, la base de la política exterior de Chile no puede ser sino que una sólida y potente unidad con Argentina. En tal sentido, el apoyo chileno a la reivindicación argentina sobra las islas Malvinas alcanza una importancia decisiva. Ambas naciones pueden avanzar paulatinamente hacia una visión común del proceso de globalización en que están inmersas.
Por ello, valorando la nueva realidad generada bajo gobiernos democráticos y la también nueva relación creada entre las instituciones castrenses de ambos países, es urgente llevar al terreno práctico la voluntad política. De modo especial, esto se refiere a generar efectivamente el libre tránsito de ciudadanos y ciudadanas en ambas direcciones. En todas las regiones es una imperiosa necesidad.
Resulta penoso que en el ámbito administrativo se mantenga un arcaico sistema de control policial y aduanero en las fronteras, ineficaz y abusivo con las personas. La situación que se produce en el paso Los Libertadores es inaceptable; miles de familias durante horas y horas deben esperar que se les permita atravesar, en una situación que llega a ser vejatoria.
Cuando ambas naciones podrían hacer del libre tránsito un potente instrumento de integración, la burocracia le dobla la mano a la voluntad política.
De vecinos conflictivos nos vamos transformando en protagonistas de un entendimiento esencial para la paz y la estabilidad regional, del cual surgirán frutos insospechados para las dos naciones.
Por esos motivos fuimos al Congreso Nacional del país hermano y hemos invitado al Presidente del Senado a Chile, para afianzar en beneficio ciudadano y de cada país una voluntad política promisoria, gestada al alero de procesos democráticos diversos pero convergentes en el respeto a la dignidad de las personas, los derechos humanos y al esfuerzo para construir una economía inclusiva y solidaria.