En una columna anterior comenté la que a mi juicio era una señal política democrática poderosa, emanada de los partidos políticos agrupados en la Concertación: las elecciones primarias, convocadas, organizadas y realizadas para elegir candidatos a las próximas elecciones municipales.
Casi coetáneamente a esa señal, otra institucionalidad clave del régimen político democrático, el Congreso Nacional, entrega una señal poderosa también pero deplorable, que solamente contribuye al desprestigio, desafección y rechazo de la política y los políticos: el intenso -puede calificarse de brutal- conflicto en torno a las asignaciones a los senadores y los diputados.
Sin entrar en detalles ni a discutir ni elucubrar en torno a quien tiene la verdad y la razón en la materia, el resultado en definitiva es el mismo: desprestigio del Congreso, de la política y de los políticos.
Ello será así porque amplios, mayoritarios segmentos de la población y sectores interesados en ello, tendrán y ofrecerán una lectura e interpretación altamente negativa de todo el asunto, del Congreso y de los políticos en particular.
Por cierto, los epítetos intercambiados, las duras críticas de unos contra otros, provenientes de políticos de todo el espectro ideológico político partidario, no se borrarán cuando en definitiva las partes den por superada la controversia, lo que suele ocurrir después de algún tiempo.
Cuando escribo esta columna todavía ninguno de los involucrados “entierra el hacha de guerra” por así expresarlo, pero estoy cierto que ello ocurrirá.
Los políticos más ponderados y sensatos entrarán en razón y llegarán a la conclusión que los más dañados por todo el conflicto serán ellos mismos y, lo que es aún peor, el Congreso Nacional.
Desde mi perspectiva el daño es ciertamente grave porque se afecta una institucionalidad clave de la política democrática – el Congreso Nacional- cuyos niveles de aceptación y aprecio, como todos sabemos, no son precisamente altos, para expresarlo de manera benevolente.
De otro lado, se puede sospechar, fundadamente, que al menos en algunos casos subyace a la controversia que pudiera existir una intención política específica, aquella que he graficado como “quítate tú para ponerme yo”.
En efecto, a nadie escapa que en varias regiones del país existe una lucha política ardua, tremenda, entre quienes aspiran a seguir siendo senadores y otros que intentan transitar desde la Cámara de Diputados a la Cámara Alta.
Como sea, fueren cuales fueren las diversas intencionalidades que originan el conflicto, el fondo y la forma en que éste explotó y se desarrolla no se puede sino hacer una lectura negativa de lo que ha ocurrido y lo que está ocurriendo en la materia que comento.
Sumando y retando, multiplicando y dividiendo, en definitiva los perdedores serán todos los diputados y senadores y el Congreso Nacional, como institución política democrática.
Considero que por el bien de la política, de los políticos, del Congreso Nacional y del régimen político democrático el “show” debe detenerse.
Así mismo, que los señores diputados y senadores, en conjunto, debieran tratar de hacer una contención de daños, transparentando toda la información y entregando a la ciudadanía una declaración conjunta en que expliquen, de común acuerdo, la materia que ha sido objeto de este dañino y negativo conflicto.
Lo planteo con todo respeto, como un ciudadano más, que, como muchos otros, tiene en alta estima la política, los políticos, el Congreso Nacional y el régimen político democrático, por imperfecto que sea.