Seis jóvenes cuyos nombres se han inscrito en la historia del servicio y la gratuidad chilena fallecieron en mi región en la zona de Los Alamos y Cañete, mientras viajaban al trabajo que entregaban a través en Un Techo para Chile en una Junta Vecinal de esas comunas.
Son comunas pobres, poblaciones aún no terminadas y que ellos servían entusiasta, solidaria y gratuitamente.
Para ellos es nuestro respeto y aprecio: Francisca Bolados, Constanza Escobar, Laura Abufarhue, Juan Pablo Dauros, Antonio Vásquez y Jorge Vera.
El hecho provocó relativa emoción y recuerdo. Pronto se perdió frente a la muerte violenta de un muchacho tan sólo por ser de otra opción sexual. Se perdió también, entre los problemas de los equipos de fútbol y en los Festivales de Música y los realities que nos seguirán deformando.
El valor de su entrega no es solo un hecho relevante en sí mismo y tampoco es solo algo que emociona a un país de fuerte sentimentalismo y emotividad pero de escasa solidaridad.
Es un caso que en la realidad chilena es casi un vuelo contra el viento frente a otras situaciones que están haciendo de Chile un país extraño, diverso, hostil y jactancioso, alegre y semi feliz, entusiasta y deprimido que a veces nos parece en un cambio permanente que aún no sabemos adónde llegará.
Murieron gratuitamente. Murieron por ayudar a través de su compromiso personal, por el cariño a personas distantes y de polos opuestos pero que se contradice con los signos de egoísmo que en Chile pasan desapercibidos y que el peso del dinero, la publicidad o el silencio ominoso hacen que se olviden.
Por eso estas líneas de respeto y de saludo a los jóvenes y a quienes recibieron su servicio.
Morir gratuitamente por ayudar a la gente contrapesa nuestra tendencia a realizar solo aquello que produce lucro.
Viajar 200 kilómetros para ayudar a su país nos conforta si lo comparamos con la tentación, mediática, farandulera y patética de un sector de Chile.
¿Cómo puede compararse y bajo qué parámetros el gesto de estos seis muchachos y la lujuria económica de los bancos, las Isapres, los grupos económicos, y las explicaciones de algunos cristianos que creen que se puede vivir de dos maneras?
Por eso mi sincero llamado y mi sincero deseo y mi sincera esperanza es que el ejemplo de estos muchachos que le dieron su vida a gente de la zona que represento y le restaron días de vida a sus familias se tenga siempre presente y sea un camino de luz para muchos que aún no comprenden lo que significa la desigualdad chilena.
Nos han tratado de majaderos porque hemos señalado que la democracia no resiste la brecha entre los más poderosos y los más débiles.
Nos han tratado de antimodernos porque señalamos que las personas que ganan el salario mínimo en Chile, a quien los jóvenes en comento iban a ayudar, tendrían que trabajar dos mil años para lograr igualar el ingreso de los grandes financistas que recelan de cualquier cambio.
Estas palabras son un esfuerzo sincero por levantar nuestra vista más allá de la contingencia para mirar el futuro de Chile.
Estas pocas líneas son para pedirnos a cada uno de nosotros que entendamos que siempre es posible dar porque además, lo que se nos ha dado no es nuestro, sino de todos los seres de la tierra, en cada circunstancia, para que se repartan en justicia y equidad.