Es el final de las vacaciones y camino con mi hija menor por la playa grande de Villarrica, cuando vemos unas tablitas, sobre la arena a modo de caminito, y que terminan en una caseta junto a la cual hay unos autitos de colores que parecen de juego.
En el país, la protesta de Aysén agarra vuelo y los estudiantes ya anuncian las primeras marchas, pero yo aún tengo tiempo para castillos y botes inflables.
Las tablitas se tratan de un proyecto de inversión de la subsecretaría de Desarrollo Regional denominado “Accesibilidad para personas con movilidad reducida y tercera edad para la ciudad de Villarica” y consiste en la postura frente al lago de un breve camino de madera en forma de cruz y un camarín. Los dos autitos son en realidad unos triciclos que, al parecer, sirven para meterse sentado al agua.
¿Cómo podría alguien criticar tan loable iniciativa en beneficio de los discapacitados? Yo puedo.
Lejos de ser políticamente correcto, quisiera señalar que, en mi opinión, el actual gobierno imprime grados de frivolidad peligrosos en su gestión. Lejos de lo que pretende, mostrarse acogedor y preocupado, esta tendencia consolida la lejanía ciudadana que denotan las encuestas.
Por cierto que no me opongo a programas que vayan en beneficio de la población discapacitada.
Pero en un país donde la atención de la discapacidad está en manos de una organización privada de beneficencia (la Teletón) y donde el Estado no pone siquiera un cuarto de los recursos que los discapacitados requieren para rehabilitación, aparece como un mal chiste, efectista y descentrado, que la entidad gubernamental que por excelencia debe enfocarse al surgimiento y desarrollo de las regiones y los sectores más postergados (la subsecretaría de Desarrollo Regional) invierta cuantiosos recursos en el entablillado de la playa de Villarica.
Pregunto si los discapacitados de la zona hubieran puesto las tablas en la playa como su primera prioridad. Sobre todo considerando que el proyecto en cuestión se ejecutó entre el 11 de enero y el 10 de febrero y tuvo un costo para el Estado de más de 49 millones de pesos.
A ratos parece que para el actual Gobierno hay cosas que es necesario hermosear, como si todas las necesidades más básicas estuvieran cubiertas. Pareciera que no se conoce la realidad. Si se conoce, no se quiere solucionar y sólo se busca mostrar una cara más feliz y vendedora. Algunos creen que el marketing lo es todo. Quizás por eso el gasto record en publicidad gubernamental el último año.
Otro ejemplo de lo que digo es el programa de “pintura de fachadas” de hospitales que desarrolla desde 2011 el Ministerio de Salud.
El programa lo coordinan centralmente dos ingenieros jóvenes, jornada completa, destinados a contratar cuadrillas y negociar precios de rodillo y “tinetas” de pintura.
Leyó bien, no se trata de más camas, de mejoramiento de infraestructura o atención más expedita. Nada de eso. Se trata de pintura de fachadas para los hospitales de todo Chile y compra de sillas para salas de espera de las urgencias. Son dos profesionales de alto nivel, no para que haya mejor atención, pero sí se ve bastante más bonito una vez que coordinan la pintura.
De paso le cuento que a dos años de Gobierno, aún la actual administración no avanza en las licitaciones de ningún nuevo hospital. De aquí a que termine su mandato, el presidente Piñera no habrá sumado ni una sola nueva cama crítica al sistema y no cortará ninguna cinta de un nuevo hospital, excepto las que ya cortó y cuya construcción comenzó en el gobierno anterior.
Es el signo del actual gobierno. Gastos suntuarios, para problemas que no apremian y que sólo logran alejarlo de la adhesión ciudadana.
Eficiencia en lo accesorio y desaprensión en lo relevante.
Este es el único gobierno capaz de tener un delegado presidencial (figura en esencia transitoria) para aldeas y campamentos: Felipe Kast, cuya meta es superar la situación de los campamentos del país… ¡en diez años! Para colmo, el delegado es un ex ministro que no supo dejar de jugar a la silla musical a tiempo, cuando lo sacaron por una deficitaria gestión en el área pobreza.
Cargo transitorio, sin poder real ni presupuesto, para un problema apremiante, como lo es miles de familias viviendo en mediaguas, al cual el gobierno propone dar solución definitiva al 2020. ¿No cabría evaluar la consolidación de una estructura estatal poderosa para tan importante problema?
Para el actual Gobierno: no.
No tendrán vivienda digna, pero tendrán hospitales pintados y, si viven en Villarica, playa con tablas.
La frivolidad hace mal, sobre todo cuando se es gobierno. A esto apuntan, creo yo, las voces que surgen en la misma alianza de gobierno y que claman por más calle y más política.