Después de una largo trámite se logró aprobar en el Senado el proyecto de ley contra la discriminación, originado en el gobierno de la Presidenta Bachelet y continuado su proceso en el actual, concebido para afianzar en nuestro país el respeto a la diversidad, la tolerancia hacia quien piensa distinto y sea diferente por razones de raza, de género, de origen social, de credo religioso u opción sexual.
Sin embargo, a contrapelo de ello, el Movilh ha informado que las denuncias por conductas homofóbicas han aumentado. Que penoso para Chile.
Ahora el trámite legislativo radica en la Cámara de Diputados, escenario en el cual se hacen presentes los mismos sectores refractarios que se han prodigado en esfuerzos para mantener un escenario de odiosas prácticas discriminatorias, como las que sufren las minorías sexuales.
Llama la atención que en el seno de tales sectores se encuentren personas o grupos que han sufrido largas y dolorosas discriminaciones y que ahora que han sido justamente reconocidos no son capaces de aceptar y de respetar al que es diferente.
Me preocupa muchísimo que en ciertos ámbitos la intolerancia llegue al extremo de utilizar la fe de los creyentes para inocular aversión homofóbica.
Ahora bien, este afán persecutorio, por desgracia, no es un fenómeno exclusivamente nacional.
En estos días, se ha conocido que en Uganda existe la pretensión de condenar a muerte a los homosexuales.
En África, que durante siglos sufrió las penurias causadas por el colonialismo y el racismo.
En África, cuyos hijos eran cazados como animales y embarcados en condición de esclavos para proveer mano de obra barata a las voraces necesidades de la formación del capitalismo en el continente americano.
Pareciera que allí ganaron los que borran la memoria histórica, que es esencial para que los sufrimientos de la humanidad no sean en vano, hay algunos que aun no internalizan que el hombre no puede ser el lobo del hombre y, muy por el contrario, reproducen costumbres y criterios fundados en el dominio racial, la segregación social, sexual o de género y el odio entre los humanos.
En Chile, tenemos con nosotros mismos una exigencia fundamental. No olvidar jamás que somos igualmente dignos en nuestra diferencia.
Así nunca se repetirá el terrorismo de Estado que eliminaba al que pensaba distinto.Que hombres y mujeres nos respetemos unos a otros en nuestra diversidad nos hará un mundo mejor.