Hoy se cumplen 30 años de la muerte del ex Presidente Eduardo Frei Montalva, quien, sin duda, fue uno de los políticos más destacados del siglo XX en nuestro país.
Fue un hombre que tuvo una muy particular visión acerca de la democracia, sus instituciones y la forma en que había que desempeñar la función política. Un hombre que, junto a un puñado de estudiantes católicos, tuvo la creatividad y la fuerza para liderar un movimiento que buscó dar respuestas a todos los problemas de la sociedad.
Ese ideario tenía por objetivo el cambio social, forjar una comunidad de hombres libres, y su mejor instrumento para ello era la democracia. No cualquier democracia, sino una de verdad, entendida como un régimen de libertades y derechos, pero con exigencias para gobernantes y gobernados.
No fue fácil seguir ese camino. A ratos supo de incomprensiones y duros ataques, mientras que en otras ocasiones conoció la dureza de la soledad y la frustración de la derrota. Sin embargo, no se desvió de su itinerario, porque íntimamente sabía que se precisa de mucha paciencia y rigor para que germinen las grandes ideas.
Y así fue. Lo que partió como un muy pequeño grupo de idealistas, a la postre se transformó en un partido de gran arraigo popular que tuvo la virtud de interpretar fielmente las esperanzas y anhelos de un vasto sector de la población. Ese respaldo mayoritario le permitió a la Democracia Cristiana llegar por primera vez a La Moneda.
Era el momento de la Revolución en Libertad, el primer programa de gobierno nacional e integral en la historia de nuestro país.
La obra de su gobierno y su legado político lo conocemos muy bien. Por eso hoy, en este día tan especial para mi familia y para muchos chilenos que lo admiraron y respetaron, queremos reiterar nuestra demanda de justicia a Eduardo Frei Montalva. Creemos que ya ha pasado un tiempo prudente para que conozcamos la verdad en torno a su asesinato.
Tenemos confianza en que así será. El magistrado Alejandro Madrid ha hecho un gran trabajo, lo que ha permitido avanzar en la investigación. Hay seis personas procesadas y ya está acreditada la intervención de terceros en la muerte del Presidente Frei.
Nuestra fe se ha reforzado con las últimas decisiones adoptadas por la Corte Suprema, la que determinó que el juez Madrid se dedique exclusivamente a esta causa.
Esta no es sólo una cruzada de la familia Frei. De verdad, pienso que es fundamental que el país sepa quienes fueron los autores intelectuales y materiales de este crimen, el primero a un presidente de Chile.
¿Alguien se puede extrañar que haya asesinado? Ya sabemos cómo los agentes de seguridad de la dictadura se infiltraron en la vida cotidiana de Eduardo Frei, el seguimiento de que fue objeto y los pasos que fueron dando para cumplir el objetivo de matarlo.
También conocemos como se organizaron en esos años las diferentes organizaciones y brigadas represivas, la forma en que operaron, la impunidad con que lo hicieron y las redes que crearon para protegerse.
Además, se ha revelado la forma en que se utilizaron productos químicos, como toxinas botulímicas y otros gases, para eliminar a opositores al gobierno militar. Y del mismo modo, a partir de la investigación por el crimen del general Prats está confirmado que la dictadura creó una asociación ilícita para eliminar a la disidencia.
Aunque algunos lo quieran negar, la verdad es una sola: en Chile hubo terrorismo de Estado, a través de una estructura especialmente diseñada para matar a los opositores al régimen militar, dotada de recursos humanos y financieros para desarrollar esa tarea, y que contó con el apoyo y complicidad de quien, en ese entonces, era Presidente de la República.
Quienes trabajaban ahí tenían una función específica que cumplir, recibían sueldo con fondos fiscales y no se escatimaron recursos para lograr cada uno de los objetivos que se propusieron.
De ahí que se creara toda una infraestructura criminal: los laboratorios para producir los gases y las toxinas botulímicas; las clínicas clandestinas en que trabajó personal médico y auxiliar de los hospitales de las Fuerzas Armadas y de clínicas privadas; y las personas que reclutaron para infiltrar las actividades de los principales opositores a la dictadura, entre otras operaciones.
En el caso particular del Presidente Frei, era evidente que él era un poderoso y temido adversario para el régimen militar.
¿Quién otro en esa época podía aglutinar a la oposición y poner en riesgo el ideario político propuesto en la Constitución de 1980?
¿Quién otro gozaba del respeto y admiración de gobiernos extranjeros que apoyaban la vuelta a la democracia en Chile?
¿Quién otro contaba con la credibilidad necesaria para denunciar en los foros internacionales los abusos de la dictadura?
La respuesta es una sola: Eduardo Frei Montalva y por eso había que eliminarlo.
La operación por una molesta hernia al hiato no fue más que la oportunidad propicia para concretar una ejecución que de todos modos se iba a producir. Si no era así, seguramente habría sido un atentado como ocurrió con Orlando Letelier y el general Carlos Prats, o como lo intentaron hacer con Bernardo Leighton. Pero la verdad es que Eduardo Frei estaba sentenciado.
Y lo mataron de la manera más cobarde que pudieron imaginar: atacando a un hombre que se encontraba indefenso hospitalizado en una clínica. En ese lugar, se montó un operativo de inteligencia al más alto nivel no sólo para matar a Frei, sino además para ocultar las evidencias del crimen.
No ha sido fácil llegar hasta este punto. Todos sabemos los esfuerzos realizados por instituciones y personas para impedir que se conociera la verdad.
Hemos debido sortear numerosos obstáculos: la poca colaboración de organismos públicos y privados; amenazas de distinto tipo; una seudo autopsia escondida por más de veinte años y caratulada como NN; poderosos medios de comunicación (todos sabemos cuáles) que llenaron páginas y páginas intentando desacreditar los avances de la investigación; y también descalificaciones de personas que, pese a la fuerza de las pruebas reunidas, insisten en hacer creer que mi padre murió de una complicación postoperatoria o de una negligencia médica.
Pero la verdad es que Eduardo Frei Montalva fue asesinado y hoy con la misma convicción y serenidad con que hemos actuado en todos estos años, reiteramos nuestra confianza en que finalmente quienes causaron su muerte van a pagar por lo que hicieron como corresponde en un Estado de Derecho.
A nosotros no nos anima la venganza ni el rencor.
Simplemente, tenemos la convicción de que Chile no puede mirar al futuro si no es capaz de ajustar las cuentas pendientes que tiene con su pasado.Y esto no sólo es válido para el caso del ex Presidente Frei, sino para todas las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos.
Este caso, al igual que muchos otros que hemos conocido en los últimos veinte años, demuestra que pese a todos los cuidados que se tomaron para que los crímenes de la dictadura quedaran en la impunidad, finalmente siempre hay una forma de llegar a la verdad y ese camino tarde o temprano se encuentra.