Por estos días, miles de familias se encuentran intentando buscar soluciones para poder enfrentar el pago de nuevas matrículas en las universidades, colegiaturas, aranceles y gastos relativos a la educación de sus hijos.
Por estos días, también, miles de familias ven cómo el costo de la vida sigue subiendo, para qué hablar del precio de la bencina con un mal sistema llamado de “protección” que definitivamente no funciona.
Dentro de muy poco, en marzo, las patentes y contribuciones volverán a ser la carga de todos los años y que agobia, principalmente a la clase media, familias que con esfuerzo han logrado superarse pero que no reciben beneficios del Estado, por estar en la última parte del cuarto quintil o derechamente en este último, siendo incluidas injustamente en una categoría donde se encuentran los más ricos del país.
Familias que con ingresos promedios de $ 800 mil pesos o poco más deben asumir todo lo que implica educar a sus hijos , sin becas, sin crédito con aval del Estado, pues no califican por estar en el último quintil, pagando tasas de interés que superan el 8 % anual en los bancos.
Tampoco tienen acceso a otros beneficios, como el bono por bodas de oro, o la tan publicitada disminución del 7 % en algunas pensiones, porque seamos claros, para acceder a estos logros hay que tener la famosa ficha de protección que, en definitiva, se ha transformado en una causal de exclusión para muchos que no alcanzan los 11.700 puntos necesarios para optar a algún beneficio.
Definitivamente, el desafío del próximo Gobierno tendrá que ser éste. Mantener el piso de protección social que ya existe, implementado con especial énfasis durante el Gobierno de la ex Presidenta Bachelet y asumir también que existe una clase media aspiracional, que requiere de apoyo y que está cansada de los constantes abusos.
Impresiona ver cómo nos gusta compararnos con los países de la OCDE, pero si lo hacemos con rigor, veremos que, entre otras cosas, en salud y educación estamos bastante mal.
Las universidades chilenas son las más caras del mundo, después de Estados Unidos, situación que ha llevado a muchas familias a endeudarse y destinar hasta el 50% de sus ingresos en el pago de las cuotas al banco o a los propios establecimientos de educación superior.
La crisis de la educación, que ha afectado con fuerza a la clase media contrasta con los aplausos que recibe la economía chilena, que este año crecerá sobre el 6%, situación que ha llamado mucho la atención en el exterior.
En Salud, Chile tiene el segundo gasto de bolsillo más alto de los 34 países que componen la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Suma y sigue.
Para que hablar del Dicom, que pese a todos los esfuerzos legislativos aún sigue siendo un verdadero karma para muchos, un círculo vicioso que termina por deprimir a quienes intentan emprender.
Para reconectarnos con este nuevo Chile, donde hoy la clase media es mayoritaria y fundamental, las políticas públicas deben tener un cambio sustancial.
Es por ello que el debate generado en torno a una reforma tributaria no sólo es necesario, sino urgente y ojalá el Gobierno manifieste su voluntad al respecto.
Una reforma tributaria que contribuya a disminuir los impuestos de las personas puede ser un instrumento eficiente para que las familias de clase media comiencen a sentir que algún beneficio les llega.
Si no corregimos esta profunda discriminación, el endeudamiento seguirá siendo la tónica de todos los días en miles de familias, con un sistema que ya sabemos, se caracteriza por cláusulas abusivas e intereses usureros.
Chile tiene una deuda con esta clase media emergente. No esperemos más.