En relación a las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos cometidas en nuestro país bajo la dictadura, llamada ahora “oficialmente” régimen militar, la derecha defendió enardecida el criterio que por tales crímenes atroces no correspondía responsabilizar a las Fuerzas Armadas como institución; por tanto, no se les podía juzgar ni acusar por medios jurídicos de alcance institucional y que asesinatos, secuestros, detenidos-desaparecidos y otras crueldades del periodo debían ser establecidas y sancionadas individualmente.
Este concepto se instaló en el centro de la etapa de transición del denominado “régimen militar” a la democracia.
Ahora ante un dolor que conmueve al país, como es la terrible muerte de siete brigadistas de una empresa forestal en medio de un devastador incendio que les arrebató la vida, el gobierno a través del ministro del Interior y otras autoridades se precipitan a sindicar responsables colectivos, involucrando con un juicio genérico al pueblo mapuche en su conjunto.
Es cierto que la misma autoridad retrocedió rápidamente; por ello mismo, por su precipitación y apuro sus dichos son inaceptables.
El tema mapuche no es para improvisar. De cómo se enfrente pueden surgir alternativas positivas o, si se intenta instrumentalizarlo para fines de corto plazo, las diferencias existentes caerán en la conflictividad y el descontrol.
La lucha contra la discriminación si encuentra en el gobierno una respuesta torpe y abusiva puede devenir en intolerancia y generar focos de racismo, por ello, la autoridad no puede levantar acusaciones genéricas de tan dramáticas consecuencias.
El Estado de Chile ha tenido demasiadas veces la responsabilidad en la violencia que han sufrido las comunidades mapuche. Alimentar las iras que ese comportamiento ha provocado es simplemente una conducta torpe, absurda, destinada a fracasar.
Es bueno que la autoridad haya reconocido que no se debe condenar, ni anatemizar de antemano y que corresponde a Tribunales de Justicia, independientes, alcanzar la verdad y hacer justicia en hechos tan dramáticos y dolorosos.
Es lo que debió hacerse desde un inicio.