La quincena final del 2011, al igual que todos los años, es una mezcla de Niño Jesús y Viejo Pascuero, de encuestas y pronósticos, de balances y fuegos fatuos, despido de funcionarios y de congratulaciones, de rostros mediáticos y de lealtades sorpresivas.
El amanecer de enero es la Esperanza en el Futuro y la Fe en nuestro Chile, a pesar del terror Maya y las expectativas no cumplidas que abre un pronóstico de efervescencias sociales y confusiones políticas, más por exceso de seudos liderazgos que por carencia de ideas.
Es difícil hoy- según las encuestas- tener conducción coherente para la juventud y sectores de clase media o trabajadores y sindicatos clásicos.
Los únicos que están tranquilos y seguros son los sectores financieros y de altos ingresos.
No hay voluntad política para hacer modificaciones del sistema económico, incluida una reforma tributaria que termine con la distribución inmoral del ingreso.
No hay temor, en esos sectores, que la Educación se reforme y no sólo se maquille con un mayor aporte financiero, sin ir al fondo de su cambio.
No hay temor en los dueños de la salud. Habrá privatización de los sistemas al ritmo cadencioso de aquellos versos de Don Juan Tenorio y sus doncellas.
Ya no sirve el contentamiento fácil ni satisface el solo “dar más pero siempre que nada cambie”
El gatopardismo, sin embargo, es útil en tiempo de necesidad y un toque por aquí, un pequeño cambio por allá o una Polar parafernálica sirven al modelo.
Pero aunque no hay debate, no resuelve lo que hoy nos hiere: individualismo, insolidaridad, circo y emperadores que permiten sobrevivir o no en sus empleos.
Y los infantes de Aragón, son los huesos del Cid en las luchas ¿qué se ficieron?, lo que nos dice Cursio Malaparte: es más fácil luchar para no morir que para sobrevivir.
¿Entonces a qué se puede llamar a los jóvenes y a todas las y los chilenos?
A tener Fe en el Futuro.
A trabajar en Unidad para lograr las utopías.
A vivir con Austeridad para exigir con el deber cumplido.
A la participación en el ejercicio constitucional para elegir con meritocracia e ideas claras.
A convertir a 4.000.000 de chilenos que han sido llamados para votar por su voluntad, pero con el compromiso ético de cambiar Chile, con todos, para todos, por todos y entre todos ejerciendo su derecho que es también un Deber.
A vivir la grandeza de los grandes períodos chilenos en paz y soberanía.
A pensar en Chile y las personas y no sólo en cada uno.
No es exagerado pedir más compromiso personal.
No debe mirarse con desconfianza la política de los grandes acuerdos.
Sí debe exigirse la lealtad a los compromisos adquiridos.
En suma la honestidad por sobre la transacción que rebaja.
En síntesis, el personalismo pero no el individualismo.
Finalmente, mirarse al espejo y tener la certeza de cumplir lo que la historia nos pide individual y colectivamente.