Cuando luchamos contra el régimen de la dictadura no sólo luchamos por la defensa de los derechos humanos, la libertad, la dignidad y el acceso igualitario a la salud y la educación.
Luchábamos también contra el modelo económico que se estaba imponiendo a sangre y fuego en aquel entonces, porque sólo aprovechando el carácter de dictadura del gobierno era posible instalarlo.
Cuando ganó la Concertación se llegó a acuerdos que nos permitieron una transición democrática pactada dada la correlaciónde fuerzas antes y después el plebiscito de 1988.
Ese mismo pacto, sin embargo, permitió a los partidarios de Augusto Pinochet dejar amarrados puntos esenciales que han impedido hasta ahora hacer todas las reformas necesarias, especialmente en el llamado modelo económico.
Pareciera que todavía el chileno no bien informado no pondera lo que significa para una verdadera democracia la sobrevivencia del binominal, los quórums exigidos y el manejo de las urgencias o los amarres constitucionales.
A partir del gobierno de la derecha han aparecido hechos como la colusión de las farmacias,la colusión de los productores avícolas, las estafas públicas y sin recriminaciones de empresas importantes o el anatocismo a raudales que la propia Comisión de Economía del Senado aún no tramita, cobros usurarios de esos mismos intereses en bancos y financieras, despidos sin tasa, falta de respeto por las organizaciones sociales, donaciones mediáticamente aumentadas y otras especies del mismo jaez.
Para analizar este fenómeno hay dos visiones.
Una es entenderlo como un simple aviso personal de determinados financistas o empresarios en la creencia que en un gobierno economicista y dirigido por economistas les está permitido como parte del proceso.
Otra es entenderlo como una consecuencia de causa-efecto del modelo mismo donde el mercado mientras más eficiente es más permisivo en estas materias y donde el menor control es abusivo.
Tan es así que medidas de elemental control llevadas adelante por la ministra del Trabajo o planteamientos con mayor participación del Estado del ministro de Economía, los pondría en jaque en sus respectivos cargos por las críticas que han recibido de algunos dirigentes políticos del Gobierno y la Alianza.
Me inscribo entre los que creemos que el modelo capitalista conlleva intrínsecamente las consecuencias que señalo.
¿Hasta cuándo seguiremos agobiados por un sistema cuya esencia es el libertinaje económico y cuyo dios es el dinero y su esclavo es el trabajo?
Espero que sea sólo hasta que logramos un acuerdo básico de la Concertación y otros sectores progresistas.