Los organizadores de este Seminario nos pidieron que, al intervenir, “nos sumerjamos en el año 1971”, sin mencionar, en lo posible, lo sucedido veinte meses más tarde cuando el golpe militar.
Cumplir con dicha petición no ha sido fácil.
Asistí a la primera sesión para captar el sentido que tomaría, y preparar mi propia intervención de acuerdo con ello.
Para mi regocijo, me encontré con tres notables exposiciones introductorias, a cargo de tres historiadores, Pedro Milos, quien se refirió principalmente a la visión de Allende, Isabel Torres, quien analizó a la Democracia Cristiana y Rolando Alvarez, quien describió la conducta del Partido Comunista, siempre en relación con 1971.
Una breve nota : viví todo el año 1971 fuera de Chile. En enero fui destinado por el gobierno de la Unidad Popular, y a iniciativa expresa del ministro de Relaciones Exteriores Clodomiro Almeyda, a la Embajada de Chile en Bonn, en ese entonces capital de Alemania Federal, con una misión muy específica en mi calidad de diplomático de carrera y de militante demócrata cristiano: contribuir a que Alemania Federal no rompiese relaciones diplomáticas con Chile cuando nuestro país estableciese relaciones diplomáticas con la República Democrática Alemana.
Hasta ese entonces, Alemania Federal, en aplicación de la llamada “Doctrina Hallstein”, rompía instantáneamente relaciones diplomáticas con cualquier país que las establecía con la Alemania comunista.
Desde enero de 1971, formé parte de un equipo diplomático dirigido por el Embajador Federico Klein, uno de los fundadores del Partido Socialista, y compuesto, entre otros, por el Tercer Secretario Mariano Fernández (DC), el Consejero Tobías Barros (de derecha), el Agregado Cultural Gustavo Becerra (PC). Yo era el segundo a bordo como Ministro Consejero.
Viví 1971 en un ambiente de trabajo estimulante, plural y armonioso. Teníamos al frente tareas muy difíciles (la que mencioné anteriormente), más la renegociación de la deuda y, a medida que entrábamos en el año, los reclamos de los inversionistas alemanes por las múltiples dificultades que se les presentaban en Chile: intervenciones, tomas, etc., amen del intento de embargo del cobre chileno que llegaba a Alemania, por parte de la Kennecott Copper Corporation ,después de la nacionalización de El Teniente).
Si lo que yo viví en el microclima de la Embajada de Chile en Bonn hubiese tenido un correlato en el país, estoy seguro que otro gallo nos habría cantado.
Desgraciadamente no fue así.
¿Qué pasaba mientras tanto en Chile?
Los invito a recorrer el diario La Nación durante los primeros diez días de enero de 1971:
1 de enero
Titular principal: se nacionalizan las minas de Lota Schwager. Segundo titular: “Cora expropió el latifundio más grande del mundo. 730.000 há en Magallanes”. Más pequeño: “se mantiene el precio del pan”.
Título del Editorial: “Los bancos al servicio del pueblo”. El Presidente anuncia el envío al Congreso de un proyecto de ley “destinado a estatizar la banca privada para así colocar el crédito al servicio indiscriminado de cuantos necesiten recursos para desarrollar actividades de carácter productivo”… “Los enemigos del pueblo mantienen aún fuertes posiciones desde las que pretenden bloquear todo progreso.”
2 de enero
1971: año del Nuevo Chile.
4 de enero
La Asamblea Nacional de la UP denuncia “el falso e hipócrita dilema de la DC” a propósito del anunciado envío al Congreso del proyecto de estatización de la banca. Fuertes ataques en el diario de gobierno contra los senadores Irureta y Prado, ambos pertenecientes al sector progresista de la DC, el primero Presidente en ejercicio del Partido, el segundo ex Presidente y figura decisiva cuando se produjo el apoyo unánime de los parlamentarios DC a Allende en el Congreso Pleno que lo eligió Presidente de Chile.
5 de enero
Rodrigo Ambrosio, Secretario General del Mapu, partido perteneciente a la UP, escindido de la DC en 1969, declara: “aquí en Chile hay una lucha pendiente que puede convocar a las clases como en aquellas grandes epopeyas históricas donde el pueblo obtuviera definitivamente el poder”. Discurso pronunciado en la Facultad de Derecho de la UCH.
7 de enero
Los trabajadores del cobre: “DC pueden guardarse su documento. ¡No necesitamos defensores!”. El diputado radical Eduardo Clavel llama a “salirle al paso a los parlamentarios DC”.
8 de enero
Titular: “Listo el proyecto para nacionalizar la banca extranjera: Citibank, Banco Francés e Italiano, Bank of America, Banco de Londres y Banco do Brasil”.
9 de enero
Titular: “Deleznable contubernio DC-PN contra el pueblo”.
Otro titular: “Tupamaros secuestran al Embajador británico en Uruguay”.
10 de enero
Allende en la inauguración de la Asamblea de la UP: “a la violencia reaccionaria responderemos con violencia revolucionaria”.
Nadie que leyera estos titulares diría:
a) Que los programas de gobierno de la DC y de la UP habían tenido grandes coincidencias, cosa que Allende confirma en esos mismo días de enero de 1971, al contestarle a Regis Debray en su famosa entrevista: “En muchos aspectos el programa de Tomic tenía puntos amplísimos de contacto con nosotros y, para alguna gente, tenía algunos puntos más avanzados que nosotros” ( “Conversación con Allende”, Siglo XXI, 6ª edición. Pág. 119).
b) Que justamente esa amplia coincidencia, que no era casual, pues desde 1966 la Democracia Cristiana se había pronunciado a favor de la “Vía no Capitalista de Desarrollo”, había llevado a la unanimidad de los parlamentarios DC a votar a favor de Allende en el Congreso Pleno,
c) Que en enero de 1971 la única referencia de su peso electoral que tenía la UP era el 36.35%, obtenido cuatro meses antes, es decir, poco más de un tercio del electorado, porcentaje del todo insuficiente para intentar cambiar el curso de la historia sin buscar entendimientos amplios y perdurables con fuerzas políticas afines (en este caso la DC que había obtenido el 28,75%), que asegurasen al menos llegar hasta el final del período presidencial, previsto para septiembre de 1976.
Podría seguir enumerando “las razones de la sinrazón”.
Es poco sabido, pero doy testimonio de que ocurrió, que Narciso Irureta, a la sazón Presidente de la Democracia Cristiana, le dijo a Salvador Allende, en la primera visita que le hizo cuando asumió la Presidencia de Chile :”Presidente, ayúdenos a ser buenos allendistas”.
¿Por qué Allende no estrechó la mano que se le tendía y que le habría permitido iniciar su mandato con el apoyo del 65% del electorado, sin necesidad de renunciar a ningún elemento central de su programa, tal como él mismo le reconoció a Regis Debray?
¿Por qué?
Yo mismo me lo he preguntado en los 40 años transcurridos desde entonces, y cada vez me doy respuestas sólo parcialmente satisfactorias, como, por ejemplo, el sectarismo con que los partidos de la UP llegaron al gobierno, o el dogmatismo de quienes pensaban, como el propio Allende, que el suyo era “el socialismo integral, científico, marxista” (Pág 115 op. cit.) y que , en consecuencia, era la Historia, llevada adelante por las masas la que, en definitiva, sería la fuerza que conduciría este proceso, independiente de los guarismos arrojados por los mecanismos electorales de la “democracia burguesa”.
Estas y otras respuestas, me han dado vueltas sin terminar de convencerme por completo, hasta que en el seminario escuché a uno de los expositores decir lo siguiente: “la militancia vivía en 1971 la increíble experiencia de hacer la Revolución en Chile. Era “el año de la fiesta” como lo ha calificado Tomás Moulian”.
Algo dentro de mí hizo “clic” y comprendí: sí, fue el año de la fiesta. El año de las nacionalizaciones a destajo. El año en que se echó a funcionar la máquina de fabricar billetes y el diario de gobierno reportaba, con satisfacción, que los obreros frecuentaban ahora el elegante Hotel Crillón y ordenaban “bistec”.
El año en que la apuesta fue que el populismo haría subir la votación en las urnas (la UP obtuvo el 50% en la elección municipal de abril).
El año de las tomas de fundos, de fábricas, de viviendas recién construidas. El año en que Fidel Castro se instaló en Chile durante cuarenta días, coronando la fiesta con este desplante más propio del realismo mágico que de la política.
Fue el año también del asesinato de Edmundo Pérez Zujovic, pero ese momento, que debió haberles hecho avizorar el abismo que se abría bajo sus pies a “los enfiestados”, fue prontamente apartado como un mal sueño.
¡Así se farreó la UP su primer año de Gobierno!
Pero nada ocurre en vano, ni “porque sí”.
Veinte años más tarde, esa amplia coalición que pudo haber dirigido el país en 1971, asumió, bajo el nombre de Concertación de Partidos por la Democracia, el gobierno de Chile ¡Y con qué responsabilidad!
Ninguno de los veinte años en que ella gobernó fue vivido como una fiesta. Todos fueron años de esfuerzo, disciplina y claridad conceptual.
Socialistas, DC, radicales, ex Mapu e Izquierda Cristiana, y también los comunistas, que con sus votos contribuyeron a los triunfos electorales de la Concertación, fueron actores de esa etapa que quedará en nuestra historia como el gobierno de la coalición política más prolongada y exitosa que hayamos tenido desde nuestra Independencia.
¡No quisiera, ni para mí, ni para Chile, otro 1971!
¡Hoy estamos mucho mejor!
N de la E: Parte de la intervención de Esteban Tomic como panelista del Seminario “Chile 1971”, organizado por el Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado el día 29 de noviembre de 2011.Participaron, además, Andrés Pascal Allende (MIR), Eduardo Contreras (PC), Alfredo Joignant (PS) y Pedro Felipe Ramírez (IC).