Parafraseando una pregunta del Padre Hurtado, la necesidad de la presente interrogante obedece a la urgencia de determinar las profundas razones de las inequidades e injusticias del modelo actual de desarrollo chileno.
En efecto, para un acercamiento a dicha pregunta, se debe responder en dos planos argumentativos.
En primer término, entendiendo la oligarquía – y el respectivo proceso oligárquico – como una manifestación cultural adquirida, aceptada o simplemente tolerada de las expresiones de poder en una sociedad determinada que, por cierto, incluye al Estado como una exteriorización de poder concreto.
En segundo término, tenemos el ejercicio, determinación, caracterización y, en lo posible, individualización de un colectivo de personas que podríamos señalar como “oligarcas”.
El tema no es de fácil resolución. Debemos intentar un acercamiento conceptual a lo que entendemos por oligarquía para responder la interrogante respecto de si es Chile un país oligarca.
Teniendo como referencia el Diccionario de la Real Academia Española podemos precisar los conceptos y la terminología respectiva y no transformar este debate en una Torre de Babel.
Al definir “oligarquía” lo hace en una triple acepción. Lo señala como “gobierno de pocos” que en principio no se condice con un sistema republicano y democrático. Pero las prácticas y conductas políticas, acompañada de los nombres presentes en la primera línea, nos parece indicar que efectivamente Chile es un país oligarca.
La segunda acepción que señala “forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social” nos refuerza dicha impresión al caracterizar a la oligarquía con el devenir de la actividad política circunscrita a dos o tres comunas del sector oriente de Santiago y algunos balnearios de la Quinta Región norte.
Pero lo más agresivo es la tercera acepción que indica “conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio”. Lo anterior nos lleva a plantear que, por ejemplo, el problema de la educación pública no tendrá solución mientras Chile siga siendo un país oligarca, por los compromisos e intereses económicos generados en torno al sistema de educación chileno.
Por sobre todo, debemos tener cuidado en el análisis de la oligarquía chilena, asociado solamente a una clase política, la cual es simplemente el cascarón visible que contiene al verdadero huevo de oro, formado por los reales dueños de Chile que, aunque nos cueste reconocerlo, no están necesariamente en el parlamento o exclusivamente en el gobierno de la derecha instalado en La Moneda, sino que se encuentra en los grandes negocios que tiene el país, por ejemplo, en la gran minería del cobre chileno, hoy en manos privadas.
Finalmente, pareciera que para responder a la interrogante ¿es Chile un país oligarca? no se necesitaría realizar el recorrido planteado en estas líneas, pues la respuesta surge desde el sentido común de las personas, como el que medio espontáneamente mi hija de 15 años Sofía (sabiduría) al señalarme: ¡Sí, lo es completamente! ¡Pero puede que eso cambie porque la gente está tomando conciencia…!