En una reciente entrevista al diario argentino Clarín el Presidente Sebastián Piñera señaló que su gobierno “ha perdido apoyo…”, pero subrayó que la oposición “ha perdido con mucho más fuerza” el respaldo popular.
A la luz de las cifras que muestran las últimas encuestas de opinión pública, sobre la evaluación que la ciudadanía otorga al desempeño del Gobierno y a la oposición, estas declaraciones pueden parecer ciertas; sin embargo analizada la información en profundidad, el argumento se desvanece.
En efecto, los resultados de los principales centros de estudio muestran que durante este periodo presidencial, ha caído tanto el Ejecutivo -de un 44 a un 26%, según la CEP, y desde un 56 a un 22%, de acuerdo a la CERC- pero también la aprobación al desempeño de la oposición, que cayó de un 26 a un 16% y de un 33 a un 11%, respectivamente.
Pero lo que no se ha analizado es que durante todo el periodo democrático, -desde Aylwin a hoy-, la aprobación al desempeño de la oposición nunca ha superado la aprobación al Gobierno.
En todos los sondeos realizados por CERC Y CEP ha existido una distancia a favor del Gobierno de turno bastante amplia. Más aún, las cifras muestran que cuando ha aumentado la aprobación al Gobierno ha aumentado la aprobación de la oposición y viceversa, cuando ha disminuido la aprobación al Gobierno ha bajado la aprobación a la oposición.
Por ejemplo, durante el período de Ricardo Lagos, entre el julio de 2000 y septiembre de 2001, la aprobación al desempeño gobierno bajó de 67% a 53% y –paralelamente- la oposición disminuyó de 36% a 21%.
De igual manera, entre septiembre de 2004 y octubre de 2005 la aprobación al gobierno de Lagos aumentó de un 56% a un 71%, y la oposición de un 15% a un 23%. Similares episodios se observan en los períodos de Eduardo Frei, Michelle Bachelet, y como ya fue señalado, en el de Sebastián Piñera.
Lo anterior permite acotar que el descontento con el Gobierno nunca se ha traspasado de forma directa hacia una mayor aprobación por “el desempeño de la oposición”; sino por el contrario, este descontento misteriosamente “acarrea” un descontento con la oposición.
Por tanto, según la tendencia histórica, son esperables las cifras que muestran hoy los sondeos respecto al grado de aprobación con el “desempeño de la oposición”.
Un segundo aspecto, es que la ciudadanía tiene muy claro como evaluar al Gobierno; contrastando sus promesas con lo realizado, y sabiendo que en un régimen presidencialista como el chileno, son decisiones del Gobierno las que permiten mejorar (o empeorar) la calidad de vida de las personas.
Por el contrario, la ciudadanía no tiene muy claro ¿qué es un buen desempeño de la oposición?, ya que no es la oposición la que corta las cintas en las inauguraciones, o la que determina el monto de los recursos para los programas sociales, o la que define la prioridad a los proyectos de ley.
Tampoco es la oposición la que realiza el discurso del 21 de mayo, o la que inaugura la parada militar; es decir, en un marco político como el chileno la oposición se invisibiliza en el imaginario de la ciudadanía como “hacedor de cosas”, y por tanto su comportamiento es difícil de evaluar. Así, una baja en la aprobación al Gobierno indexa a todo el mundo político, incluido el invisible desempeño de la oposición.
En consecuencia, es inconducente bajar el perfil a la escasa aprobación del Gobierno, señalando que es superior a la que tiene la oposición en las encuestas.
A mayor argumento, cabe recordar, que en octubre de 2009 -según la encuesta CEP- el conglomerado opositor de la época tenía una aprobación de un 27%, y en diciembre de ese año esa oposición ganó la elección presidencial.