Recientemente fui invitado a presentar el nuevo libro de Sergio Bitar llamado “Un futuro en común Chile, Bolivia y Perú”. En él, el autor plantea que la frontera norte de nuestro país no puede seguir siendo un motivo de divisiones y conflictos, sino una oportunidad de integración con nuestros vecinos para beneficio de todos. Y además, propone una nueva solución para darle salida al mar a Bolivia con diversas compensaciones.
La mediterraneidad boliviana es un tema pendiente de la política internacional de Chile, consecuencia directa de la Guerra del Pacífico.
Cuesta creer que pasado más de 125 años de ese suceso, aún los países que participaron en ese conflicto no hayan sido capaces de alcanzar una relación amistosa y estable, así como también una verdadera integración. ¿Están dadas las condiciones para que Chile, Perú y Bolivia puedan superar los resquemores y desconfianzas que han nublado su relación?
Me encantaría decir que sí, pero desgraciadamente los hechos indican todo lo contrario.
Por eso, yo creo que hoy la tarea es trabajar con la realidad que tenemos. ¿Qué nos dice esa realidad?
Por un lado, Perú perdió parte de su territorio en la Guerra del Pacífico a manos de Chile y nuestras tropas tuvieron ocupada Lima durante tres años. No nos puede extrañar entonces, que un sector importante de la población peruana crece incubando un sentimiento antichileno, lo que incluye a sus propias Fuerzas Armadas.
Y por otra parte, sucede lo mismo con Bolivia, que perdió con Chile su acceso al mar en la Guerra del Pacífico.
Pero como dije anteriormente, esa es la realidad con la que tenemos que trabajar.
Entonces, ¿cómo podemos seguir avanzando? Considerando lo que hemos vivido en todos estos años, hoy estoy más convencido que la única manera de lograr una verdadera integración que beneficie a los tres países, es dándole una salida soberana al mar a Bolivia con solución de continuidad territorial al norte de Arica y con canje territorial.
Así Bolivia lograría lo que desea, podría finalmente exportar su gas y por qué no vender también a Chile parte de él. Nosotros, en tanto, tendríamos acceso a nuevas fuentes de agua para el riego y la minería.
Además, un acuerdo de este tipo beneficiaría a los empresarios peruanos y chilenos que podrían invertir en infraestructura, minería, agricultura y otros sectores, y a la vez Chile y Perú, como países miembros de la APEC, podrían facilitar la salida de productos bolivianos al Asia y las inversiones de ese continente en el norte de Chile, en el sur del Perú y en Bolivia.
El hoy ministro, entonces senador, Pablo Longueira, manifestó exactamente lo mismo hace algunos meses en un seminario realizado por la Universidad Adolfo Ibáñez.
Incluso, él agregó que esta solución sólo podría impulsarla en nuestro país un gobierno de derecha. Y yo creo que tiene razón, porque si un gobierno de otro sector se hubiera atrevido a proponerlo habría contado con la oposición de toda la derecha y también de las Fuerzas Armadas.
Advierto que en todos los sectores políticos y de la sociedad civil hay muchas personas dispuestas a lo mismo. Además, no hay que ser muy agudo para darse cuenta que Bolivia no se va a conformar con un enclave u otras fórmulas que no signifiquen soberanía.
Esta alternativa también tiene la ventaja de que los últimos gobernantes peruanos han dicho que no se opondrían a una salida soberana al mar de Bolivia.
Asimismo, creo que -a diferencia de otras oportunidades- el hecho de que los tres países cuentan con gobiernos democráticos facilita la posibilidad de alcanzar un acuerdo.
Yo sé que esto no es fácil, porque no es cosa de llegar y repartir territorio. Y también sé que darle una salida al mar a Bolivia encuentra todavía mucha resistencia en nuestro país, aunque cada vez menor de acuerdo a diversos estudios de opinión.
Yo respeto esas opiniones. Creo que son muy legítimas y tienen todo el derecho de ser expresadas. Por lo mismo, es que estimo que una solución de este tipo no puede ser tomada unilateralmente por el poder político, sino que debe ser consultada a la ciudadanía en el momento en que haya una propuesta concreta, acordada por los respectivos gobiernos.
Pero del mismo modo y con toda sinceridad, pienso que no podemos pasarnos toda la vida discutiendo este tema, así como también creo que es indispensable para nuestro desarrollo futuro forjar buenas relaciones con los países vecinos.
A ellos los necesitamos y no podemos seguir relacionándonos en medio de la desconfianza y la sospecha mutua, ni tampoco con arrogancia porque nos consideramos superiores.