El 2011 ha sido un año de transformación en la agenda política nacional, y en buena hora. Las libertades individuales fueron uno de los temas que se instalaron con fuerza.
El matrimonio homosexual y el aborto terapéutico aparecieron como demandas que –por fin- requieren atención parlamentaria. Esos cambios que hemos experimentado son los que me hacen titular esta columna.
La sociedad chilena aparece no solo dividida entre izquierdas y derechas, sino entre liberales y conservadores.
Como es sabido, estos últimos parecen estar en ambos bandos –Concertación y Alianza- con su particular miedo al cambio, al riesgo y su excesivo apego a lo que tradicionalmente funciona.
Pero así como los beatos del status quo están transversalmente presentes en el escenario nacional, también estamos los liberales.
Aquellos a quienes nos incomoda la actual situación de las cosas y observamos en las libertades una oportunidad para dejar atrás la democracia tutelada con resabios autoritarios, presidencialistas y centralista de corte latinoamericano.
Encontramos de ellos en el PPD, en RN, en el PRSD y hasta en la Democracia Cristiana.
Pero sobretodo se encuentran en la calle, algunos de ellos viviendo en la resignación de la soledad.
Creo que ha llegado el momento de reunirlos: ¡Liberales chilenos, uníos!
Donde nuestra principal preocupación tenga que ver con el perfeccionamiento de la democracia y la igualdad de oportunidades: un campo de juego nivelado.
Donde nos movilice el emprendimiento solidario y la meritocracia; una sociedad de leyes justas y no un Estado omnipotente, abusador, pitutero, burocrático y corrupto; la generación de riqueza no sea obstáculo para la justicia social sino más bien condición esencial de su existencia; al igual que el respeto a las libertades públicas y de conciencia, abrazando la diversidad de culturas y estilos de vida como un bien que merece ser promovido y protegido.
Es decir, reunir a los pipiolos bajo un ideario liberal-progresista.
Las tareas pendientes sobran: la renovación profunda del esquema de partidos, es la primera de ellas.
Las tendencias atávicas tienden a perpetuar el esquema existente con la complicidad tanto de la Alianza como de la Concertación.
No hay duda que la pérdida del poder por una parte y las exigencias de ser gobierno por la otra empujan el proceso de ruptura de las coaliciones políticas dominantes y abren una real posibilidad de que surjan alternativas distintas.
Habría que ser ciego para no ver ese 40% de ciudadanos que claman por representatividad fuera del duopolio.
Desde ChilePrimero, con nuestra reinscripción legal para competir en las elecciones municipales del 2012, estamos perfilando la construcción de ese partido que reúna a los “pipiolos 2.0 del siglo XXI”. Una fuerza muy libertaria sin ser de izquierdas y muy pro mercado sin ser de derechas.
¿Será posible reunir a los liberales en Chile?