En la fecha simbólica del triunfo del No, la Concertación –sin estridencias ni anuncios grandilocuentes– dio un paso decisivo.El documento “Nuestro compromiso”, es de aquellos que ganan en relevancia a medida que pasan los días.
Esta es la primera vez que un 5 de octubre es mirado desde las necesidades del futuro antes que desde las epopeyas del pasado. Lo ya realizado tiene sus virtudes y defectos, pero ya pasó y ahora toca enfrentar nuevos desafíos. Esa es la actitud con la que la centroizquierda se presenta al país.
Pero hay algo que se puede destacar de la trayectoria de la Concertación y es la importancia que le ha dado siempre a las promesas hechas ante la ciudadanía.
Dichas promesas, expresadas en los programas de gobierno, han sido siempre vistas como compromisos. Son guías efectivas de acción.
Puede objetarse que dichos compromisos fueron parciales y que hubo ausencias y omisiones. Eso por descontado.
Sin embargo, no es menos cierto que la costumbre de responder por lo que se dice ha quedado en desuso en estos días y que es bueno retomarla.
Se trata de que los compromisos políticos emerjan nuevamente de un diálogo eficaz con la mayoría ciudadana. Este es el método propio de la renovación y es el que ahora se pone en el primer plano.
Los principales desafíos que se asumen son cuatro: construir una mayoría para impulsar los cambios que Chile necesita; generar un proyecto de país que acoja nuestros sueños y las aspiraciones de una ciudadanía que quiere vivir la democracia sin miedo y sin resignaciones previas; impulsar una agenda inmediata de medidas que favorezcan la participación ciudadana y, facilitar el paso a una generación de recambio en política.
Se ha dicho con sorna que la Concertación está prometiendo lo que no hizo en sus gobiernos.
Sí, es exactamente lo que está haciendo. Pero, ¿qué otra cosa podría hacer?, ¿repetir lo que ya hizo?, ¿imitar a la derecha prometiendo una cosa y haciendo otras?, ¿dejar de asumir compromisos y permitir que todo quede librado a los carismas personales?, ¿optar por la indefinición disfrazándola con arengas fáciles?
La Concertación debe confiar en sus obras, no solo en las materiales.
La obra más relevante de la Concertación es el surgimiento de una ciudadanía crítica, informada, que le importa su país y no sus puros intereses. Ahora se trata de hacerse dignos de lo que ayudó a forjar.
Se demanda una democracia sin restricciones y una economía que funcione sin abusos.
Por supuesto para tales propósitos no califica la derecha. Hay reformas sustantivas que caracterizan los desafíos propios del nuevo ciclo.
Haciéndose necesario un nuevo proyecto, hay que partir de lo que ya hemos alcanzado, pero también de lo que falta por hacer.
Y lo que falta son reformas en tres ámbitos: una nueva Constitución que termine con el veto de la minoría en nuestro sistema político; un acuerdo social para terminar con las desigualdades y los abusos de la sociedad chilena y un concepto de desarrollo que incluya a todos los sectores.
¿Quiénes son los llamados a renovar la centroizquierda? La respuesta es a la vez abierta y precisa: todos aquellos “con quienes lleguemos a concordar un proyecto de país”.
Esto significa que la responsabilidad de hoy es hacer una invitación amplia a un diálogo “sin vetos” y con una agenda “sin exclusiones”.
Quienes se sientan convocados podrán converger en grados diversos. Pero quienes concuerden en lo fundamental de un proyecto político se deben proponer llevarlo a la práctica. Es suficiente para partir y es lo que se necesita.
Se trata del inicio de un proceso. Luego de una derrota, lo que se necesita construir de nuevo es una mayoría social y política. Mientras, lo que se tiene no es el vacío o la simple espera de lo que viene.
La Concertación honra sus compromisos (la organización de las primarias, por ejemplo) y la opción de organizar de un modo mucho más efectivo de lo que hemos visto hasta ahora.
Esto significa que habrá una instancia de coordinación legislativa de las bancadas de la oposición; tendremos candidatos únicos a las alcaldías y se dará impulso al más amplio diálogo ciudadano de las fuerzas políticas y sociales.
Dentro de las medidas que la Concertación se promete impulsar para ampliar la participación ciudadana se encuentra el aprobar con rapidez el proyecto de inscripción automática y acelerar la tramitación del proyecto de ley de primarias.
Por cierto, se compromete el respaldo a las demandas del movimiento estudiantil sobre lucro, gratuidad y fortalecimiento de la educación pública.
La renovación de la coalición de centroizquierda es una tarea posible. Es más, es una tarea que ya se está emprendiendo aun cuando el proceso interno en los partidos para la puesta al día no puede ser de interés público.
Al fin y al cabo, empezar a funcionar como es debido es lo básico que deben entregar las organizaciones partidarias.
En este lado de la cancha no se puede esperar mejorar como coalición sin mejorar la forma como los partidos hacen política a diario. Por eso los avances son desiguales y requieren de generosidad.
Los partidos han de renovar su comportamiento pero también, y en parte importante, las figuras señeras que presentan al país.
Un cambio generacional se impone porque el presente ha de ser un punto de partida para los que deben conducir el país en el futuro.
Reconocer esta necesidad como tarea prioritaria es un signo alentador.