Hace ya varias semanas que no he podido tener una conversación distendida con mi querida abuela. Ella ha estado muy malhumorada y, en honor a la verdad, yo no he aportado mucho a mejorar su estado anímico.
Hoy, como se ha vuelto su costumbre en los días soleados, ella está más locuaz.
Hola abuela, ¿cómo has estado?
Bastante bien, ha mejorado el clima y mis huesos ya no reclaman. Guardó unos segundos de silencio y mostrándome la noticia de la muerte de Steve Jobs dijo: “qué curioso cómo se mueren estos jóvenes tan útiles e inteligentes; fíjate que apenas tenía 56 años”.
Abuela, me parece más que “curioso”, muy lamentable (debo confesar que siempre que estoy malhumorado le corrijo sus expresiones donde incorpora los términos “curioso”, los “entretenido” o los “simpáticos”; ella los usa para las cosas más bien terribles, lamentables o tristes.)
Me miró fijamente, y me dio una larga charla sobre Jobs, su infancia, su madre que lo entregó en adopción, su hija que reconoció hace poco, sus hijos, su esposa y muchos datos que yo no conocía.
Terminó diciendo que era una gran pérdida para el planeta. Luego me mostró la noticia del matrimonio de la “Duquesa del Alba”. Que simpático dijo, ella tiene 85 y el novio 60, y agregó: claro que ella aún baila sevillanas.
Después de una pausa siguió comentando noticias: mira qué curioso: la mesa de diálogo entre el gobierno y los estudiantes está a punto de fracasar definitivamente. Bueno, era predecible. Es el resultado de los 3 puntos que subió en la aprobación y los 6 que disminuyó su rechazo en la última encuesta.
Abuela, ¿tú crees que tiene algo que ver?
Se sonrió (mala señal) y me dijo:
Ya todo está dicho, el presidente y sus ministros están haciendo un gobierno que no escucha lo que quiere la gente. Ellos no tienen ninguna empatía con el sentimiento de la ciudadanía.
Ninguno de ellos entiende o ha sufrido los problemas de una educación deficiente o de no poder estudiar por falta de recursos.
Más aún, la mayor parte de las actuales autoridades fueron a colegios privados pagados.
Lo entretenido es que esto se repite en casi todas las áreas del quehacer. Como dijo tan acertadamente este niño Ossandón: “al gobierno le falta calle”.
Hizo una pausa y luego continuó. ¿Has escuchado el argumento de que la educación debe ser pagada por los ricos y que por eso no es posible tener educación gratuita?
Bueno, sí lo he escuchado y me parece razonable. Abuela, de hecho, económicamente no es adecuado entregarle educación gratis a los más ricos. Los expertos indican que es una medida recesiva. Incluso si se suben los impuestos.
Lección de mi abuela sobre Creer.
Querido nieto, los resultados de las encuestas indican que la ciudadanía no le cree al presidente y tampoco a su gobierno. Creer es una condición básica y fundamental para llegar a Querer.
Abuela, me parece lógico. Si yo no te creo me costará mucho quererte.
Entonces querido nieto, ¿tú puedes creer que el motivo por el cual el gobierno no quiere discutir respecto a la gratuidad de la educación es el que “no es aceptable que los pobres paguen la educación de los ricos por ser una medida recesiva”?.
Y sin pausa continuó: debes agregar a esto el que la confianza es básica en el proceso de llegar a Creer. Y las acciones del gobierno hacen que la confianza de los ciudadanos en el gobierno sea de las más bajas de nuestra historia reciente.
Luego de una pequeña pausa agregó: los eventos del gas en Punta Arenas, las acciones de la intendenta de Concepción, el lento proceso de reconstrucción luego de las promesas que todo estaría reconstruido antes de un año, el manejo de los mapuches en huelga de hambre, las acciones del ex fiscal Peña -hoy funcionario del Ministerio del Interior-, lo de HidroAysén y las termoeléctricas, la letra chica en diversos proyectos de ley como por ejemplo la ley del bono por 50 años de matrimonio, la ley que pretende hacer realidad el ministro Hinzpeter para poner en prisión a los dirigentes que promuevan una toma “violenta”, la participación en negocios de educación de varios ministros, incluido el anterior de educación y los actuales de Justicia y Gobierno. Son muchos los motivos que erosionan la confianza e impiden llegar a Creer.
Para terminar dijo: Si no se puede confiar, entonces no se puede creer, y menos llegar a querer.
Abuela, pero al menos quienes lo eligieron deberían creer en el gobierno.
Mira me dijo. Los que lo eligieron sienten que “su gobierno” es el quinto de la concertación. La ley de vida en común, la ley de post natal y la superintendencia económica, les parecen contrarias a sus principios o al menos en el límite de lo aceptable.
Me imagino que el matrimonio de la Duquesa a los 85 años ha puesto a mi abuela a reflexionar sobre estos temas.
Pensé unos segundos y fui interrumpido por una nueva lección.
Lección de mi abuela sobre Querer (aplicada).
Mira me dijo, hoy leí un interesante artículo que argumentaba sobre el proyecto de ley para penalizar las ocupaciones y tomas de recintos públicos. El punto fundamental se basaba en lo que quería la mayoría de la ciudadanía respecto a la “seguridad pública”.
Luego escuché al alcalde de Santiago diciendo que la mayoría de la ciudadanía no quería más marchas en la vía pública. Uno podría pensar que lo que opina la mayoría de la ciudadanía es muy importante en el quehacer de nuestro gobierno.
Abuela, así es. ¿Recuerdas cuando el presidente intervino personalmente para detener la construcción de la central termoeléctrica en Punta de Lobos?
Lo hizo precisamente porque la mayoría de la ciudadanía se oponía a esa construcción.
Fue una decisión muy importante. El presidente sabía que la energía de esa central era necesaria y aún así escucho la voz del pueblo que decía que estaba dispuesto a correr ese riesgo en función de un bien superior.
Muy bien querido nieto. ¿Me puedes responder esta pregunta? ¿Por qué si el argumento más habitual de nuestras autoridades para proponer algunas medidas es “lo que quiere la mayoría de la ciudadanía”, no avanzamos hacia una educación de calidad digna y gratuita?
Abuela esto tiene un problema grave: es muy caro, recesivo económicamente y difícil de implementar.
Muy bien querido nieto. ¿Entonces el problema fundamental sería el costo? Me imagino que te refieres al costo económico. Ella misma se respondió. Porque esto, entenderás, no tiene sino beneficios políticos.
Sí claro, respondí, pero se trata de una solución que requiere tiempo y dinero.
Volvió a sonreír, y terminó su lección diciéndome, pero ¿no te parece que sería interesante saber si la mayoría ciudadana está dispuesta a que se financie entre todos este costo económico?
Porque está claro que la mayoría ciudadana piensa que merecemos una educación digna, inclusiva, de calidad y gratuita, y parece que están dispuestos a pagar lo que esto puede costar.
Abuela, ¿tú crees que está dispuesta la “mayoría ciudadana” a una reforma tributaria para financiar una proyecto de estas características?
Me miró fijamente y me dijo algo extraño: sabes que no siempre hay que hacer lo que económicamente es correcto o más barato.
Respiró hondo y siguió argumentando: ¿a quién del gobierno le importa lo que opina la mayoría ciudadana? Luego se levantó de su silla y casi gritando terminó diciendo: ¡¡¡Incluso los ricos tienen derecho a ser educados!!!
Estaba emocionada. La escuché decir muy despacio: Presidente, si su argumento y el de sus colaboradores es, permanentemente, el que la mayoría ciudadana lo quiere así, entonces escuche lo que ésta dice frente a este tema. Si no, resígnese a que su nivel de aceptación, salvo catástrofe, drama o accidente mediante, seguirá bajando.
Presidente, si usted no escucha lo que la gente quiere, entonces la gente seguirá sin quererlo a usted.
Luego dijo muy silenciosamente: qué lástima que no le importe que lo quieran.
Tomó sus cosas y se fue a su habitación.