Murió el 11 de marzo de 2010.
Sin duda falta el análisis político de lo que significó el conglomerado que muchos chilenos aplaudimos en 1988, cuando se formalizó un proceso de concertación de fuerzas políticas opositoras a la dictadura de Pinochet.
Fuimos muchos los que estuvimos apoyando dicha coalición durante los 20 años que estuvo en el poder. Pero también somos muchos los chilenos a los cuales nos quedó un sabor amargo con la obra realizada.
No fui un actor relevante, ni funcionario de los gobiernos de la Concertación, pero asumo mi responsabilidad política como militante y dirigente de base de la Democracia Cristiana.
En estos momentos, debemos profundizar una reflexión de las proyecciones de los gobiernos de la Concertación.
Este análisis debe realizarse en una triple dimensión.
En primer término, como autocrítica por los errores y desaciertos cometidos, asumiendo nuestras responsabilidades.
En segundo lugar, valorar los logros obtenidos con nuestra participación en la coalición de gobierno más exitosa de la época republicana de Chile.
En tercer término, no buscar excusas -y consecuentemente pedir perdón- por las transformaciones que no fuimos capaces de implementar, especialmente las que ha desnudado el terremoto.
Sólo una reflexión en esta triple dimensión permitirá producir un análisis que sirva para reafirmar nuestros principios y renovar nuestras propuestas.
Ahora estamos en otra etapa política, que tiene nuevos desafíos y tareas. Los grandes desafíos son la injusta distribución de la riqueza, la falta de igualdad de oportunidades y la descomposición de la participación comunitaria.
Como Democracia Cristiana nos tiene que convocar la construcción de un nuevo conglomerado político: un Frente Amplio de Convergencia de organizaciones y actores sociales y políticos en torno a un objetivo claro, preciso y a la vez complejo, cual es un modelo de desarrollo alternativo para el siglo XXI, en el cual elaboremos -entre todos los actores sociales y políticos comprometidos por un Chile más justo y solidario- una metodología participativa y ciertos ejes programáticos, para concluir en la definición de una plataforma para la acción.
El llamado es amplio, el desafío es mayor.
No podemos recrear una Concertación que ya cumplió un rol en la política chilena.
La construcción de un Frente Amplio de Convergencia, social y política, tiene que desarrollarse desde la base comunitaria y social y no desde una oligarquía política que quiere mantener a la Concertación.
Esa oligarquía ya perdió toda capacidad creativa y transformadora y se encuentra “enredada” en el modelo político institucional, económico y social que predomina amparado en la Constitución Política, herencia de la dictadura de Pinochet.
Como DC tenemos que aportar desde nuestras convicciones para generar las condiciones políticas en el diseño, coordinación, implementación y definición de una nueva coalición política que recoja la “unidad social y política” en un nuevo conglomerado, que represente la diversidad social y política del país del Bicentenario.
Ese conglomerado debe tener la capacidad de convocar y acoger a los más diversos actores comunitarios, sociales y culturales con una orgánica democrática, participativa, convocante y generada desde las bases, que se plantee como una alternativa de gobierno para 2014.
En la construcción de un nuevo modelo de desarrollo para Chile, debemos mantener nuestro compromiso con la profundización democrática, la defensa permanente de los derechos humanos y la promoción del poder comunitario, valores que deben estar presentes en la construcción del Frente Amplio de Convergencia Social y Política de Chile.