“No hay nada que comprender – dijo el farolero al Principito. – La consigna es la consigna. Buenos días.”
Para los políticos, resistirse a la tentación de usar consignas es, en ocasiones, imposible.
Más si las consignas caen en terreno fértil entre aquellos acríticos, magistralmente ejemplificados en las ovejas de “Animal Farm”.
Uno de los problemas de nuestro actual debate político, en la parte que le toca a la oposición, es que se ha teñido de consignas pre-hechas, sin necesidad de que tales lemas posean un contenido más allá del propagandístico.
Uno de las más burdas y evidentes formas de consignas es la que, por medio de la modificación del lenguaje, pretende simplificar la realidad.
Orwell, en su clásico 1984, nos alertaba de la existencia de la neo lengua (newspeak) que pretendía, por medio de la simplificación de los conceptos, reducir la capacidad de pensar hasta el punto de hacer que las ideas de la lengua tradicional fueran inconcebibles.
Usar palabras forzosamente simples conduce inexorablemente a pensar en forma de consigna.
El uso de la palabra “neoliberal”, tan propia de la jerga izquierdista, coincide con esos tópicos: es una consigna reduccionista. Porque, después de todo, ¿qué es eso de ser “neoliberal”? ¿Es una comida? ¿Una colonia? ¿Una doctrina?
Enrique Ghersi (en “El mito del neoliberalismo”) explica que dicha palabra caracteriza “cualquier propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más convencional, propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación, privatice empresas estatales y, en general, reduzca la intervención estatal en la economía”
Esto es, todo aquello que se aleje del ideario del Estado de Bienestar o al estatismo puro.
Planteado en tales términos, el mote “neoliberal” tiene una connotación negativa, que las ideas criticadas así no necesariamente poseen.
Veamos ejemplos del uso de la palabra:
Camila Vallejo, haciendo uso de su discurso comunista basado en esta forma de neo lengua, suele hablar de la presencia en Chile de “la instauración de un modelo de desarrollo neoliberal, que no es solamente en la educación pero que repercute fuertemente en la educación.”
Gabriel Salazar, sustento de la izquierda intelectual criolla, afirma con convicción que “si la crisis (estudiantil) se resuelve -por ejemplo- con una negociación donde Piñera cede un 40%, el movimiento otro 40%, el modelo neoliberal seguirá intacto”
O sea, lo “neoliberal” sería, en nuestra neo lengua, lo que los abogados denominamos “objeto ilícito” y que el Código Civil define como “todo aquello contrario a la ley, a las buenas costumbres o al orden público.”
Como todo lo que pretende atentar contra lo noble y bueno de este mundo, los derechos humanos, la justicia para todos -y todas, como está de moda especificar, la democracia, y la sustentabilidad medioambiental.
Como dice Ghersi, la palabra busca descalificar a las propuestas liberales con “aventuras políticas desgraciadas, propuestas absurdas, corrupción extendida o la pura frivolidad”. Es un concepto mañosamente reduccionista, pues como su significado es confuso, permite que toda idea que no sea estatista caiga en ella.
Es interesante estudiar como el mote despectivo “neoliberalismo” ha permitido satanizar, no solo en Chile sino en toda Latinoamérica, los valores de la libertad, promoviendo estatismo en lugar de libre competencia, regulación en lugar de libertad y concentración de riqueza –efecto no necesariamente deseado pero si producido por el estatismo- en lugar de movilidad social.
Un ejemplo claro, en el conflicto educacional, es el uso de la palabra “lucro”.
Los dirigentes comunistas de la Confech han logrado internalizar en la discusión que el lucro en la educación –algo satánico a su juicio- está asociado a lo neoliberal, cosa que sería igualmente perversa.
Por ende, la educación “con lucro” sería en Chile “la educación de Pinochet”, con lo que el círculo de la maldad se cierra. ¿No nota Ud., estimado lector, una cierta incoherencia en el silogismo?
Mario Vargas Llosa afirmaba con razón que “a lo largo de una trayectoria que comienza a ser larga, no he conocido todavía a un neoliberal”.
Siendo honesto, yo tampoco. Porque aún no alcanzo a entender qué es eso de calificar a una idea o persona como neoliberal… aparte de ser un mote que conlleva una consigna anti libertaria.