En su clásico, La rebelión en la granja, George Orwell habría de exponer la hipocresía de la izquierda con una lucidez que nadie antes, ni después de él lograría alcanzar.
En esa breve obra, Orwell básicamente sostendría que cuando la izquierda habla de igualdad, lo que en realidad pretende no es eliminar los privilegios en general, sino transferírselos a sí misma.
En la granja, poco después de rebelarse, los cerdos que lideran la revolución aclaran que todos los animales son iguales, pero que unos son más iguales que otros.
Así, una vez conseguido el objetivo de derrocar el orden vigente con la ayuda de las crédulas masas, los cerdos establecen una nueva jerarquía que habrá de definir la distribución de privilegios en su beneficio. Orwell sabía de lo que hablaba.
Socialista desencantado, observó cómo las revoluciones marxistas llevaban a sistemas de clases más explotadores y sangrientos que los que suplantaban.
Pero no sólo los líderes políticos como Fidel Castro, cuya fortuna personal asciende a unos 900 millones de dólares según la revista Forbes, sino también los intelectuales de izquierda destacan por su hipocresía.
Marx por ejemplo, no tuvo problemas en desposar a una noble alemana y dejarse financiar por su familia.
Un caso más descarado es el de Berthold Brecht, adorador de Stalin que condenaba al capitalismo mientras mantenía abultadas cuentas en Suiza con las que financiaba su vida de aristócrata.
En la misma tradición hipócrita, Erich Fromm, psicólogo neo marxista que emigraría a Estados Unidos, en su clásico El arte de amar culparía al capitalismo por nuestros fracasos en las relaciones de pareja. Para ser exitosos en el amor sugirió, debíamos contener el impulso adquisitivo y alejarnos de lo material.
Él mismo sin embargo, no tuvo problemas en gozar de la considerable fortuna obtenida con la venta de sus libros. Cuando murió, este adinerado defensor del “socialismo humanista” poseía un exclusivo pent-house en Riverside-Drive en Nueva York y una casa en el paradisíaco Lago Maggiore en Italia.
La lista es prácticamente interminable e incluye a ex presidentes socialistas que dan charlas alrededor del mundo cobrando decenas de miles de dólares, a líderes del sector que asisten a Davos codeándose con lo más granado de las élites del mundo financiero y a políticos de izquierda que integran posiciones en organismos internacionales como el FMI recibiendo cuantiosos sueldos financiados por los contribuyentes del mundo.
Por cierto, ninguno de ellos viaja en clase turista con “el pueblo”. Por el contrario, como muestra el caso del socialista Dominique Strauss-Kahn, quien como director del FMI se hospedaba en hoteles a un costo de 3 mil dólares por noche, los predicadores de la igualdad no trepidan en tomar para sí lo mejor que el capitalismo puede ofrecer.
Solo en una materia la izquierda – al menos una parte de ella- es todavía más hipócrita que en lo que respecta al lucro y es en derechos humanos. Después de cien millones de muertos en nombre del paraíso igualitario – ese donde ellos serían menos iguales que el resto- siguen reivindicando su ideología como si nada.